Una carta de 150 investigadores de la Royal Society, entre los que destaca Stephen Hawking, publicada en la portada de The Times deja clara la postura mayoritaria, aunque no unánime, de la ciencia británica a favor de la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea ante el referéndum del próximo 23 de junio.
La salida británica o Brexit sería "un desastre para la ciencia", según los firmantes, que ponen el foco en la capacidad de sus universidades para atraer a los mejores cerebros europeos gracias a la libertad de movimientos que garantiza ser uno de los 28 países de la UE.
El escrito no hace tanto hincapié en la financiación, aunque sí la nombra, pero los datos apuntan a que el Reino Unido sale muy beneficiado de su estatus actual, ya que captó el 17,2% de los fondos de investigación del VII Programa Marco 2007-2013, sólo superado levemente por Alemania.
Sin embargo, la aportación de los alemanes a este fondo fue superior a lo que recibieron, mientras que los británicos multiplican su contribución por 1,5. Este dato sólo es comparable con el de los Países Bajos, con unos números globales muy inferiores. Las primeras cifras del nuevo programa Horizonte 2020 apuntan en la misma dirección.
La carta de la Royal Society no es una acción aislada. Desde el momento en el que David Cameron ganó de forma contundente las pasadas elecciones con la promesa de convocar el referéndum, los científicos comenzaron a organizarse. La plataforma Scientists for EU canaliza esta corriente de opinión.
Su fundador, Mike Galsworthy, lo tiene claro: "Probablemente, los investigadores somos el sector más pro-UE de la población", afirma en declaraciones a EL ESPAÑOL, citando una encuesta del pasado diciembre en la que el 93% de los científicos e ingenieros británicos aseguraban que pertenecer a Europa era una "ventaja importante". Ni una sola de las 132 universidades se ha manifestado a favor de la ruptura.
Aunque es posible que la ciencia británica mantuviese sus lazos con el continente tras el Brexit, tanto en términos económicos como de intercambios profesionales "sería mucho menos eficiente que ahora", asegura. "No habrá más dinero disponible, las relaciones serán un caos y vamos a ser mucho menos atractivos para el mundo", argumenta. Al igual que la Royal Society, alerta de que países no comunitarios como Suiza, que en teoría acceden a los fondos europeos casi en igualdad de condiciones, en realidad se están quedando atrás por su aislamiento.
No obstante, Galsworthy considera que el dinero es un elemento secundario en este debate y que lo más relevante es que la Unión Europea ha conseguido tejer "un sistema multinacional de ciencia del que todo el mundo se beneficia". El valor real está en "las grandes redes financiadas por todos nuestros gobiernos", ya que "se ha demostrado que la investigación internacional tiene un 40% más de impacto" que la interna de un país.
¿La ciencia como arma política?
Algunas encuestas ofrecen un escenario de empate entre los partidarios y los detractores del Brexit, así que la ciencia también alberga euroescépticos. "Hablar de desastre para la ciencia es otro ejemplo de la campaña del miedo del establishment para asustar a los votantes", afirma en declaraciones a EL ESPAÑOL Christopher Leigh, de Scientists for Britain, un grupo que reacciona en contra de la opinión mayoritaria de sus colegas porque creen que están utilizando la ciencia con fines políticos.
"La propia Royal Society reveló que la Unión Europea sólo financió el 3% del gasto en investigación y desarrollo del Reino Unido entre 2007 y 2013 y las cosas no han cambiado mucho desde entonces", asegura. Por lo tanto, el Brexit no afectaría al 97% de la I+D y aún sería posible obtener el 3% restante de las futuras relaciones que se establecieran con Europa.
Los miembros de este grupo están convencidos de que podrían seguir formando parte de las redes científicas europeas. De hecho, algunos países pertenecen al Espacio Europeo de Investigación sin ser parte del Unión, por ejemplo, Israel, "un beneficiario neto", apunta.
Además, en su opinión la participación en grandes proyectos como el CERN o la Agencia Espacial Europea "está asegurada". Tampoco el argumento de la movilidad convence a los investigadores euroescépticos. "EEUU tiene un sistema de inmigración muy estricto y la fuga de cerebros es a su favor", señala el portavoz de Scientists for Britain, que cita también a Australia e Israel, cuyas políticas "no han demostrado ser desastrosas para sus resultados científicos, como sugiere la carta de Hawking que sucedería en el Reino Unido". En cualquier caso, Leigh aclara que ellos apuestan por "la libre circulación de académicos y científicos en todo el mundo".
Decidir sobre la financiación
Además, su postura va mucho más allá de rebatir los supuestos perjuicios del Brexit, defienden la independencia británica para dirigir su política científica hacia sus intereses nacionales. "Las decisiones sobre financiación tienen que estar basadas en la propia ciencia y no en cuestiones geopolíticas", comenta. Por eso, critica que los fondos estructurales se dirijan a países del Este en lugar de fortalecer su propia ciencia básica, así como la burocracia que implica participar en proyectos europeos.
Al igual que en el caso de la posible independencia de Cataluña, un mismo dato puede servir a las dos partes, tanto para argumentar que la excelencia científica británica se debe a su pertenencia a la UE como para defender que fuera de este club tendría un gran peso en el mundo por sí misma.
Con el 0,9% de la población mundial, el país acumula el 3,3% de los investigadores y genera el 6,9% de las publicaciones científicas mundiales, según el Informe de la Unesco sobre la Ciencia: hacia 2030.
De hecho el peso de la ciencia británica es tal que sus socios europeos también pueden plantear la cuestión al revés: ¿De qué manera les afectaría la salida británica? La Unión Europea es líder mundial en investigación -quizá uno de los pocos liderazgos que le quedan-, produce el 34% de la ciencia internacional y la brecha con respecto a EEUU ha crecido en los últimos años. Los británicos decidirán si después del referéndum los científicos del Viejo Continente podrán seguir presumiendo de estos datos o si el Canal de la Mancha vuelve a interponerse entre ellos.