La mano y la creación del mundo
Por Manuel Angel Fernández Lorenzo
Me ha llamado la atención una reciente noticia, publicada en EL ESPAÑOL con el titular Un estudio sugiere que la manos siguen el diseño del Creador, sobre un polémico estudio científico que analiza la biomecánica de las manos realizado por cuatro investigadores chinos en la prestigiosa revista norteamericana PLOS ONE y que ha levantado polémica por sugerir que el prodigio de la compleja y refinada capacidad de coordinar los movimientos de nuestras manos apuntaría al misterio de un diseño propio del Creador.
Ya en el siglo XIX Charles Bell, un médico inglés, había publicado un libro clásico de anatomía titulado The Hand: Its Mechanism and Vital Endowments as Evicing Design (1833) en el que sostenía que sólo un Creador divino habría podido haber hecho algo tan asombrósamente adecuado y hábil como la mano humana. Pero, otro inglés llamado Charles Darwin, explicaba en The Descent of Man (1871), basándose en su conocida Teoría de la Evolución, las maravillas de la mano humana, no como fruto de supuesto Creador, sino como un largo resultado evolutivo de la adopción del bipedismo y la postura erguida por los primeros homínidos que abandonaron la vida arbórea, resultando una mano libre y exenta que empezó a ser usada para fabricar utensilios técnicos, claves para explicar nuestra posición dominante en la Naturaleza frente al resto de las especies animales.
El tema de la importancia clave de la mano en nuestro éxito adaptativo ha sido estudiado con más detalle en el siglo XX por primatólogos como John Napier en sus libros Hands (1980) o The Roots of Mankind (1970) y médicos neurólogos como Frank R. Wilson con su libro La mano: De como su uso configura el cerebro, el lenguaje y la cultura humana (1998).
Más recientemente un filósofo inglés, afincado en los EEUU, Colin McGinn, ha publicado el libro Prehension. The Hand and the Emergence of Hunanity (MIT Press, 2015), en el que, con base en los resultados más seguros establecidos por diversas disciplinas científicas, como la biología evolucionista, la paleo-antropología, la anatomía, la neurología, la lingüística, la psicología y la propia filosofía cognitiva, sostiene que la capacidad que nos proporcionan las manos para coger o aprehender (to grasp,to grip) los objetos de nuestro entorno, -y que denomina con el término "prehensión" que da título a su libro-, fue crucial en la emergencia del homo sapiens.
Pero lo que lo distingue de los libros citados anteriormente es que Mc Ginn, conocedor y practicante autorizado de la filosofía analítica del lenguaje, profundiza con verosimilitud y agudeza expositiva en la importancia crucial de las manos como instrumentos simbólicos en el origen de nuestra capacidad lingüística. Propone incluso que se fomente un Culto a las Manos, debido a que la revolución tecnológica actual, en la que se pueden manejar dispositivos técnicos con impulsos cerebrales, podría llegar a relegarlas en una futura civilización humana “cerebro-centrista”.
Se perderían muchas cosas que hoy nos dan calor, como las caricias amorosas o los apretones de manos, que tanto nos unen, por lo que quizás no deberíamos dejar que unos órganos tan delicados y versátiles, que nos han constituido como seres inteligentes a lo largo de la evolución, -que hoy atestigua la paleo-antropología con pruebas científicas tan contundentes-, puedan degenerar en unos inútiles colgajos.
Debemos, por ello, volver a mirar de un modo nuevo nuestras manos, sin tener que asilarnos en ese refugio de la ignorancia que remite su diseño maravilloso a un desconocido Creador y verlas más bien como una palanca o trampolín con un significado científico y filosófico, profundo y básico, que actúa como garante de la racionalidad del mundo en el que vivimos, como muestran los libros citados desde la interpretación no teológica de Charles Darwin.
Las manos, una especie de “yo”, de carne y hueso, como decía Unamuno, se nos muestran en tales libros, como el nuevo trampolín o fundamento firme, a partir del cual podemos redescubrir el sentido racional y oculto del mundo vital cotidiano, en el que inconscientemente nos movemos y adaptamos cada día, cumpliendo la dura ley de nuestra existencia.
Frank R. Wilson nos lo recuerda en el prólogo de su libro antes citado: “Cada mañana empieza con cierto ritual en nuestra cadena de obstáculos privada: objetos que deben abrirse y cerrarse, alzarse o presionarse, retorcerse o doblarse, extraerse, mezclarse o atarse, así como algo del desayuno que debe mondarse, exprimirse, tostarse, prepararse, cocerse o freírse. Las manos se mueven tan hábilmente en este terreno que no reparamos en sus logros. ¿Qué sería de nosotros sin las manos? Nuestras vidas están tan llenas de experiencias corrientes en las que intervienen las manos de manera tan hábil y silenciosa que raramente pensamos en lo mucho que dependemos de ellas”.
*** Manuel Angel Fernández Lorenzo es profesor de la Universidad de Oviedo.