Por Mario Martín Lucas

Crítica teatral a Muñeca de porcelana, texto de David Mamet, en exhibición en la Sala Fernando Arrabal de las Naves del Español, en el Matadero de Madrid.

El cínico que una vez soñó, llega al momento de su jubilación, hay muchas cosas que le faltan, pero dinero le sobra, hoy es el último día laboral y su ayudante, entre fidelidad, admiración y servilismo, se apura para cumplir las últimas órdenes de su jefe que, sin creer el amor, quiere dedicarse el resto de su vida a contemplar la “joven belleza” que ha elegido mientras sus propias arrugas se apoderan de él. Pero a ella, el objeto de su único interés, le parece justo el intercambio de la certidumbre que él le da a su “muñeca de porcelana” …¡viva el romanticismo!.

Un pequeño regalo a su prometida en forma de avión privado desencadenará toda la trama… ¿se habla de amor o de cierto coleccionismo vinculado al propio ego? Todo parece inocente al principio, pero las leyes internacionales, el intento de evadir impuestos, los amigos que se manifiestan más peligrosos que los enemigos, las heridas incubadas en el pasado, las cuentas pendientes y las venganzas, mutan el ‘cuento de hadas’ tantas veces repetido en la historia de la humanidad, en el drama que, sin buscarlo y reiteradamente, suele escribir su último renglón fuera de las expectativas de sus protagonistas.

David Mamet escribió éste texto para Al Pacino, y ambos cosecharon unas críticas feroces tras su estreno en Broadway hace cinco meses. La versión española es la primera que se estrena más allá de EE.UU. Su desenlace ha sido modificado, en todo un guiño de lo pegado que está el teatro a la realidad social de cada lugar donde se representa.

El planteamiento sitúa en escena a dos únicos actores y exige del protagonista un arduo trabajo que se desarrolla a la vista del público de forma continua, interactuando a través de varias llamadas telefónicas que exigen que su interpretación presente en escena su propio rol, pero también el de quienes hablan con él a kilómetros de distancia, y si hay alguien capaz de realizar con éxito ese reto es José Sacristán, administrando la tensión de forma más que acertada en cada fase de la obra, tanto la que genera su propio personaje, como las originadas por los personajes con los que habla por teléfono, sin presencia física ante el espectador, en todo un alarde de maestro de las tablas.

Juan Carlos Rubio, director del espectáculo, acierta con el ritmo que elige para la representación, en el cual la tensión va creciendo según avanza su trama, ante las dificultades a las que se tiene que enfrentar el protagonista para reunirse con quien es objeto de su ilusión, en forma de amada, para empezar la aventura que en este momento quiere vivir.

El diseño de escenografía realizado por Curt Allen Wilmer es magnífico, lleno de aparente sencillez, nos presenta el despacho de trabajo del protagonista, minimalista, pero sin faltar un detalle, lleno de paredes-armarios, en medio de los cuales se disimula la propia puerta de acceso que esconden los más diversos complementos, desde el mueble bar a todo tipo de neceseres y maletines, o el vestidor repleto de perfectas camisas recién planchadas. La iluminación de José Manuel Guerra y el impecable vestuario utilizado por los protagonistas, de Derby 1951, complementan acertadamente la puesta en escena.

Javier Godino, en el papel de asistente, secretario o ayudante del protagonista, realiza un acertado trabajo de complemento a José Sacristán, poniendo el foco en apoyar el lucimiento de éste, dejando traslucir, muy dignamente, la admiración que siente por él, lo cual favorece el resultado global.

La mecánica de la ejecución en el desenlace final compromete, por unos segundos, el resultado del espectáculo, pero los momentos vividos, especialmente a través de la interpretación de José Sacristán, nos hacen pasar por ese momento como de puntillas, sin darle una importancia excesiva. Dicen que Al Pacino requirió de varios apuntadores que le recordaran el texto y las complejidades derivadas de interactuar con las llamadas telefónicas, pero aquí, su “alter ego” español, sí dio el tono más que bien.

Muñeca de porcelana es una crítica al poder establecido, al amiguismo que lo puebla y a la corrupción que impera en nuestro mundo actual, donde los “poderosos” parecen actuar con la sensación de que todo lo pueden, sin obedecer a ninguna regla que no puedan manipular torticeramente. Argumentos muy de actualidad que harán disfrutar a cualquier buen aficionado al teatro. Muy recomendable.

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