Por Mario Martín Lucas

Una imagen de la mitología clásica ha llegado hasta nuestros días plasmada en uno de los más célebres cuadros de Goya, Saturno devorando a un hijo. Cuenta la leyenda que Saturno tuvo el favor de reinar por parte de su hermano mayor, Titán, pero con la condición de que no debía criar hijos, por lo que, con tal de para conservar el poder, devoraba a sus propios descendientes.

Muchos siglos después, aunque sin la ferocidad de los rasgos pintados por el genio de Fuendetodos, el actual presidente en funciones del Gobierno de España se ha hecho célebre por finiquitar a cualquiera de su propio partido que “oposite” a sucederle o exhiba la más mínima ambición por hacerlo, de lo que pueden dar pruebas desde Alberto Ruiz Gallardón, a la propia Esperanza Aguirre, con perfiles bien diferentes pero idéntico final político “popular”.

Más allá de la "eficiente" Soraya Sáenz de Santamaría, cuya vida política no se explicaría sin Rajoy, Alberto Núñez Feijóo suponía, en la práctica, una de las pocas posibilidades de cierto peso relativo capaz de articular una alternativa dentro del propio PP frente a quien Aznar designó su sucesor. Tras dos legislaturas en Galicia en las que gobernó con mayoría absoluta, consiguiendo presentar unas de las pocas cuentas públicas autonómicas dentro de los compromisos de déficit.

Pero los planes de Rajoy para Núñez Feijóo no pasan por ninguna posibilidad que incluya su propia sucesión, al fin y al cabo, con sus sesenta años de edad, se justifica en la ilusión que dice tener por volver a encabezar la candidatura popular a la presidencia del Gobierno y seria la cuarta, tras dos derrotas (2004 y 2008) y la mayoría absoluta de 2011, habiendo convencido a su “delfín” gallego para que vuelva a presentarse a la presidencia de la Xunta de Galicia. Si ganase, ocupado quedaría, y si pierde ante el avance de las mareas, el BNG, Podemos, PSOE o el resto de formaciones, quedaría prácticamente inutilizado como alternativa, dentro del PP, a Rajoy.

El tufo de la operación recuerda al caso de Esperanza Aguirre con su candidatura a la alcaldía de Madrid, como “enemiga intima”, tanto en la victoria, como en la derrota, se la quitaba de en medio y con Núñez Feijóo parece suceder lo mismo, aunque en este caso, cambia el calificativo, porque se trata de un “amigo íntimo”.

Feijóo no estaba nada convencido de volver a encabezar la candidatura popular en Galicia, y parece que una conversación privada entre gallegos ha supuesto el empujón necesario: “tú haz esto ahora, que el partido te necesita allí y luego tienes mi palabra”. Pero como tantas veces ha pasado con príncipes que ambicionaban ser reyes, los presupuestos, e hipótesis, puede que no se den, ni en el tiempo, ni en el espacio.

Hoy los “Saturnos” no se permiten exhibir imágenes como la pintada por Goya, pero devoran igual a sus hijos, entre aparente desgana, con un punto de holgazanería, incluso con rutina, mientras los ciudadanos se preguntan, en el caso del Sr. Rajoy, que tendrán que hacer para pasar página de él, después de haberle retirado su confianza más de tres millones seiscientos mil votantes desde 2011 y que tres partidos políticos, que suman más de catorce millones de votos, estén de acuerdo en que el futuro de España no pasa por él, que resta, minimiza y limita la legitima fuerza que sí representa su propio partido político.

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