Por Mario Martín Lucas
¿Qué pueden tener en común doce jefes de Estado o primeros ministros, entre los que están Vladimir Putín o el Rey de Arabia, además de ciento veintiocho políticos, la mujer de Miguel Arias Cañete, un ex campeón del mundo de motociclismo, un premio nobel de Literatura, el menor del clan de los Pujol, uno de los futbolistas mejor pagados del mundo -Leo Messi-, el inhabilitado ex presidente de la UEFA, Michael Platini; el ex presidente del futbolero Boca Juniors, ahora presidente de la República Argentina; el padre del primer ministro británico David Cameron, dos bisnietos de Franco o el hijo del ex secretario general de la ONU, Koffi Annan, en tener cuentas bancarias “offshore” en Panamá?
“Los Papeles de Panamá” son más de once millones de documentos con origen en el bufete panameño Mossack Fonseca, que abarcan 38 años (desde 1977 a 2015) de esfuerzos de cientos miles de personas por ocultar su patrimonio a través de sociedades, presuntamente, en paraísos fiscales. La información afecta a 214.000 empresas “offshore” en más de 200 países, de las que más de 2.000 tienen origen en España.
El volumen de la información ahora filtrada es 2.000 veces mayor que la aportada en Wikileaks, pero conviene recordar que por inmensa que sea, procede de un solo bufete, es decir esas mismas personas u otras similares pueden estar registradas en otros despachos dedicados a las mismas prácticas. El factor común de las personas que componen tan “peculiar fichero” es su pertenencia a las élites mundiales, quizás no éticas, ni morales según lo visto, pero sí económicas: desde jefes de Estado a los deportistas mejor pagados, las fortunas del mundo acudían a los mismos lugares y a las mismas prácticas, desde China a Arabia, pasando por Rusia, Argentina o, por supuesto, España, en una alegoría de lo que es la verdadera “globalización” del mercado, ahí sí que no hay discriminación por raza, color, ni origen …¡basta tener dinero!
Sí, se trata de dinero, pero “Los Papeles de Panamá” inciden en, quizás, el elemento básico que está en el origen más profundo de la crisis que sufrimos, primero financiera y económica, pero que ya se ha revelado como ética, social y política: la desconfianza, que está en sus máximos históricos, después que ex ministros de Hacienda se conviertan en defraudadores fiscales, que los políticos aparezcan como el quinto problema para los españoles, de que el mayor riesgo de ser atracado sea dentro de un banco, de que no exista credibilidad sobre la deuda pública de un país. De que las firmas auditoras sean cómplices de las cuentas fraudulentas de sus clientes, de los escándalos de Volkswagen, Enron, Bankia o Lehman Brothers, alimentando un verdadero alud de desconfianza que cercena el sistema mundial donde todo parece en entredicho desde reyes a curas, desde la ONU al FMI, bancos, empresas, líderes de países grandes o pequeños, conservadores o izquierdistas, sin que pase desapercibido que con origen en nuestro país, Pilar de Borbón, tía de Felipe VI y hermana del anterior Rey de España, Juan Carlos I, tuviera posiciones en Panamá desde el inicio del reinado de su hermano, en una curiosa coincidencia que da argumentos a toda clase de cábalas.
Este interés de las élites económicas mundiales por tener cuentas bancarias “offshore” en Panamá revelan sus verdaderas prioridades y nos presenta a sus protagonistas a nuestros ojos como El Rey desnudo del célebre cuento de Hans Christian Andersen, quien víctima de su vanidad, y egoísmo, fue capaz de desfilar ante sus súbditos desnudo sin que nadie reaccionara ante ello, hasta que los inocentes ojos de un niño desvelaran lo evidente: ¡El Rey va desnudo! Igual que el dinero siempre busca más dinero, como bien señaló Epicuro: “…si quieres ser rico, no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia”.