Por Mario Martín Lucas

Al margen del conjunto de los españoles como perjudicados, los accionistas que acudieron a la OPS parecen, por una u otra vía, en camino de resarcirse de sus pérdidas; los preferentistas buscan una solución similar y quizás la encuentren finalmente, y son los ex empleados quienes han visto perder su puesto de trabajo, los grandes damnificados no ya de la crisis de Bankia, sino de la propia gestión realizada tras su nacionalización. Se negoció un controvertido ERE con los sindicatos, en el cual la adhesión al mismo no dependió de los trabajadores, sino de la decisión última de la empresa, en base a la cual se rechazaron 1.200 solicitudes de acogerse a él y, sin embargo, se acometieron 539 despidos forzosos. En las primeras instancias de la mayoría de los juicios se decretaron improcedentes, pero que en las instancias superiores, con mayor influencia jerárquica, fueron alineándose a favor de las tesis de la empresa, envolviendo a los perjudicados en la desesperación, que a algunos les llevaron a acabar con su vida.

La forma en la que se gestionó el ajuste de recursos humanos en este caso, tras la evidencia de que recortes de plantilla había que realizar después de las ayudas públicas recibidas, y el mantenimiento de la misma cúpula comercial del negocio minorista bancario que dirigió a esa entidad en los momentos de sus más controvertidas decisiones (salida a bolsa en 2011, venta de preferentes, expansión del negocio inmobiliario, falta de control del riesgo crediticio, etc…) son decisiones que no han ayudado al banco nacionalizado a alejarse de las sombras, e imágenes, de aquellas de sus peores prácticas. Parece querer trasladar la impresión de que los únicos responsables de ellas fueron sus dos ex presidentes (Rato y Blesa), cuando es evidente que algún apoyo recibieron a sus planteamientos y a sus formas de hacer; aunque quizás en esos campos tenga aún planes el Sr. Goirigolzarri, pero ello queda por ver.

José Ignacio Goirigolzarri, persona de puesta en escena afable, que se hace entender bien, moderado en las formas, si bien en las distancias cortas se percibe en él un gesto algo más duro, quizás influenciado por los ambientes metalúrgicos de su Bilbao natal, lleva casi cuatro años al frente de Bankia. Desde el punto de vista racional se escapan las razones que le han llevado hasta ahí, a la vista de sus antecedentes y de lo que se conoce de su situación personal, pero sin duda el mundo de las emociones y las motivaciones humanas, esconde la clave de ello.

Abraham Maslow desarrolló en 1943 su teoría sobre las motivaciones humanas, agrupándolas en cinco niveles, en lo que desde entonces se conoce como “La pirámide de Maslow”, jerarquizando las necesidades humanas desde las más básicas en los escalones inferiores (fisiólogicas, seguridad, etc…), pasando por las relacionales (afiliación) en el nivel intermedio, hasta llegar a las de reconocimiento o autorrealización que ocupan los niveles superiores. Es evidente que lo que está en la motivación del Sr. Goirigolzarri tiene que ver con ello.

Hombre de gestión, como es, suele poner mucho énfasis en sus declaraciones públicas, en la diferencia entre el equipo gestor de Bankia y los dueños (accionistas), sin referirse habitualmente a la mayoría accionarial del Estado. A través del FROB, en esa entidad, y en relación a ello puede haber, en el futuro, alguna diferencia entre lo que él espera y le motiva y el modelo hacia el que evolucione Bankia, bien como gran entidad financiera pública, con la posible agregación de BMN, o a través de una privatización en la que, con seguridad, no se recuperarían los importes de las ayudas inyectadas.

José Ignacio Goirigolzarri estará donde quiera estar, pero para ello su motivación se tendría que ver recompensada y en todas las hipótesis a la vista, con seguridad, que no se da. Quizás ante las posibilidades abiertas coja sentido, de nuevo, la frase con la que finalizaba la sentencia de la Sección Cuarta de lo Penal de la Audiencia Nacional, que juzgó a Emilio Ybarra en 2005 por “vulnerar los acuerdos de fusión del BBV con Argentaria”, que decía: “…sabía lo que se hacía y quería lo que sabía”.

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