¿Queda algún atisbo de esperanza para la sociedad?

Por Luis Francisco Castaño Sebastián

Un domingo cualquiera, te levantas y por desgracia te das cuenta que eres intolerante a la gente, que no a las personas.

Si tuviera que definir la palabra personas, diría que hablo de esos seres que cumplen al menos 3 requisitos:

Son capaces de razonar sin dejarse llevar por el populismo, e intentan ver mas allá de lo que nos venden, sacando sus propias conclusiones (acertadas o no).

Hacen uso del sentido común. Eso que Einstein denominó como “conjunto de prejuicios acumulados a través de los siglos”. Sea o no así, es lo que nos diferencia de los animales, junto con el raciocinio.

Son conscientes de que existe algo denominado civismo, y que va totalmente ligado a los anteriores y por consiguiente también nos distingue de los animales.

Una sociedad formada por demasiada gente y pocas personas, que ha deflagrado los valores y la moralidad, carece de civismo y sentido común, lleva la envidia intrínseca e intenta arrastrar a los buenos y empeorar a los malos, gracias a la carencia moral.

Pasamos los días hablando de quienes tienen la culpa de lo que nos rodea. Políticos corruptos, una economía deplorable, y un largo número de etcéteras. ¿Si razonamos y pensamos en los errores de la sociedad por una vez? ¿Si gran parte de esa culpa la tenemos nosotros? ¿Si en lugar de hablar de lo que se nos escapa de las manos a muchos, habláramos de nuestros errores y de lo que somos como sociedad?

Una sociedad en la que los valores no difieren de los cromos que intercambiábamos de pequeños. Estos son a día de hoy los de los adultos, una carta que cambiamos a placer de las situaciones, en busca del beneficio propio, sin importar lo que nos mueve como personas.

Como ejemplo de la estupidez y la envidia, el tan extendido ataque a los ricos. No duele decir que son quienes más deben pagar, que son unos ladrones, y un largo número de ‘bellos’ adjetivos. ¿Y si pensáramos por un segundo que quizás se lo hayan ganado? Que ciertamente son mas inteligentes que vosotros y que yo, o quizás no, pero lo han sabido buscar, en lugar de llorar, quejarse, y pisar las calles con pancartas. Que hacen bastante menos uso del gasto público que nosotros, aún pagando bastantes más impuestos.

Como siempre, el problema reside en nosotros mismos. Nos puede lo que no tenemos, lo deseamos fervientemente, y sacamos a relucir esa envidia intrínseca que llevamos. Aceptamos que personajes (prensa rosa) tengan contratos de entre 1 y 4 mill., pero nos irrita que deportistas de élite, empresarios, y profesionales, tengan contratos millonarios, recurriendo una y otra vez al “lo que cobran cuando hay gente que no tiene ni que echarse a la boca”. Es bonito hablar cuando no se vive en las carnes. Esos que tanto cobran y tanto roban, son quienes en gran medida aportan cantidades que muchos no llegaremos a cobrar a lo largo de nuestras vidas, a esas causas con las que se os llena la boca sobre los desfavorecidos. Esas causas que demuestran la deflagración de los valores y la hipocresía intrínseca de la sociedad, que no duda en denunciar el hambre, la pobreza y la desigualdad, pero que cerveza en mano, no es capaz de dar un € al indigente, si no que mira a otro lado, si es caso que puedan robarles.

Nos puede esa envidia que haría lo que fuera por hundir lo que otros tienen. De los mencionados, aceptamos públicamente a los primeros en detrimento de los segundos, pero codiciamos a los segundos. Por desgracia, esto es lo que nos mueve, queremos lo del vecino cueste lo que cueste, aunque se lleve nuestros principios y valores por delante.

Una sociedad ‘cortichuela’. Una sociedad que acusando esa falta de raciocinio y esa sobredosis de estupidez, se alarma por el salario de un Presidente del Gobierno (6.500€) pero que ni tan siquiera es consciente del salario del Presidente de la Generalitat (12.000€) y como estos, cientos de ejemplos podrían mentarse. Una sociedad que no duda en denunciar la corrupción, pero que si tiene la oportunidad de hacer sus “pinitos bajo cuerda”, los hará. Ahora hay excusa: “Como otros roban, yo no voy a ser menos.” Señores, “pinitos bajo cuerda” vienen de “2 años después que naciera la playa” cómo diría “C.Herrera”.

Concluyendo, la falta de moralidad. Ese bien tan escaso, que prioriza el beneficio propio ante lo que dicta nuestra moralidad. Pequeño ejemplo, los tan irritados estudiantes. Que no dudan en salir a las calles para reclamar sus derechos, pero guardan en el bolsillo la moralidad cuando se trata de pasar horas jugando al póker con mesas repletas de botellines en las universidades, o que no dudan en hacer las triquiñuelas necesarias para cobrar becas inmerecidas, que en gran parte se destinan al disfrute propio. Para los que se sientan identificados, que disfruten las becas, pero que sean conscientes cuando hablan, porque muchas las pagan los impuestos de la sociedad, y quizá alguien más desfavorecido “a quien defendéis teóricamente” se ha quedado sin ella por vuestro “FeSTrasmus”.