El siguiente paso al diálogo es la reciprocidad

Por Miguel Lázaro, @miguel_lazaro_

Que hemos vivido la legislatura más corta de la democracia española, es ya un hecho consumado. Que estamos viviendo la campaña electoral más larga de nuestra historia reciente, también lo es. Más que una campaña electoral con fechas formales establecidas, es una guerra de desgaste. Parecía que iba a tener una fecha de caducidad, pero ha sido necesario ir a la prórroga. Esperemos que, como el símil futbolístico, esto no termine en una tanda de penaltis.

La palabra más repetida por nuestros políticos desde el 21 de diciembre de 2015, en los últimos seis meses ha sido “diálogo”. Podría haber sido “pacto” o “acuerdo” pero éstas, ha quedado patente que no han terminado de cuajar. Al diálogo, tan repetido hasta la saciedad, le hemos borrado el significado de tanto usarlo. Quizás el “diálogo” por sí mismo se haya quedado cojo como herramienta de acuerdo, por resultar inconcluso. La razón de no haber podido determinar un gobierno, ha sido porque en este diálogo, han sobrado palabras y discursos que cada uno haya emitido, sin prestar especial atención a las palabras o a los hechos del oponente.

Antes de que la palabra “acuerdo” pierda también su significado de tanto usarla, quizás debamos añadir un concepto que encadene con “diálogo”. Me estoy refiriendo a la reciprocidad. No creo estar inventando nada, que el propio lenguaje, o la propia comunicación no hayan sido capaces de demostrar que en efecto funciona. La reciprocidad hace que las relaciones funcionen, es propia de personas proactivas.

Tender la mano está muy bien. De hecho, todos nuestros representantes en algún momento u otro, también han empleado la expresión “con la mano tendida”. No está mal, pero tender la mano ha querido decir en este caso emitir un discurso, esperando a que sea el otro quien venga. Ha sido una actitud pasiva que ha supuesto pocas renuncias. No ha habido un sentimiento de renuncia al ego, que haya hecho que los protagonistas se hayan lanzado a dar un paso definitivo, a coger esa mano y dar un buen apretón para cerrar un pacto de gobierno que nos sirva a todos.

El ego y el personalismo de los líderes de los dos grandes partidos, Sánchez y Rajoy, cada uno en el extremo de un hipotético puente, no ha dejado cerrar un acuerdo que pudiera llamarse útil, por no llegar a los números suficientes para disponer de una mayoría simple. Mientras ni uno ni otro se hablaban, Iglesias desde el lado de Sánchez, ponía dinamita en los pilares de este puente y Rivera trataba de cruzarlo a toda prisa antes que el temporizador llegara al cero, que nos ha obligado a ir a segundas elecciones.

Con diálogo nos hemos quedado para ir a la prórroga. O bien los políticos de la vieja guardia dejan de entender la reciprocidad como un signo de debilidad, o pierden el miedo a reconocer lo que pueda aportar el oponente, o incluso llegan a asumir ya de una maldita vez que solos no pueden llegar a nada, y que el otro también tiene condiciones, quizás y solo quizás, lleguemos a tener un gobierno que nos sirva a todos, que para eso vamos a votar.