Por Pedro Peral

Durante la reciente audiencia en el Vaticano a más de 900 superioras de institutos religiosos femeninos, el Papa Francisco declaró, según agencias, que “sería un bien para la Iglesia constituir una Comisión que estudie la posibilidad de que las mujeres accedan al diaconado”.

El portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi, precisó que el Papa Francisco no manifestó su intención "de introducir una ordenación diaconal de las mujeres" sino de estudiar la cuestión.

La preocupación del Pontífice por dar a la mujer más papel en la Iglesia no es nueva. En septiembre de 2013 Francisco se mostró partidario de que las mujeres adquieran un papel de mayor relevancia en la Iglesia católica: “no nos podemos limitar a las mujeres monaguillo, a la presidenta de Caritas, a la catequista; hay que hacer una profunda teología de la mujer”.

En diciembre de 2014, el Papa volvió a insistir sobre el tema al recibir a los miembros de la Comisión Teológica Internacional. “Celebro la mayor presencia de mujeres, que todavía no es tanta, hacen falta más. Es una presencia que invita a reflexionar sobre el papel de las mujeres en el ámbito de la teología”.

Durante un discurso al Pontificio Consejo de Cultura de 2015, Francisco volvió a destacar la urgencia de ofrecer espacios a la mujer en la vida de la Iglesia y pidió una presencia femenina más capilar e incisiva en las comunidades. Francisco ha pasado de las palabras a los hechos incorporando mujeres a la Comisión Teológica Internacional y a la nueva Comisión Pontificia de Protección de Menores.

Aunque ya en el Nuevo Testamento se hacía mención de los diáconos, el Concilio Vaticano II situó al diaconato en el grado inferior de la jerarquía, por debajo del sacerdocio, y estableció entre sus funciones las de “administrar solemnemente el bautismo, reservar y distribuir la eucaristía, asistir al matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir el rito de los funerales y sepultura”.

En cuanto a la ordenación de las mujeres, la Iglesia ha hablado y dice no. Lo dijo Juan Pablo II, con una formulación definitiva. Para Francisco, “la Virgen María era más importante que los apóstoles y que los obispos y que los diáconos y los sacerdotes. La mujer en la Iglesia es más importante que los obispos y que los curas”.

Como se ha escrito, los modelos de la Iglesia no son los obispos ni los sacerdotes, sino los santos, que son ejemplo, no por la función que desempeñan sino por el grado de unión con Dios. Santa Catalina de Siena es santa sin estar ordenada y tuvo enorme influencia en la sociedad de su tiempo.

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