Por Ana María Gómez Pérez

Desde hace algunos años, cada cierto tiempo, el tema de la vacunación infantil vuelve a los titulares. Las corrientes anti-vacunas han ganado fuerza a través de la red y muchos padres han optado por no vacunar a sus hijos y lo siguen haciendo a pesar de toda la evidencia que apoya el empleo de las vacunas. Como médico y después de muchos años de estudio, nunca he llegado a entender esta postura, si bien es cierto que no soy pediatra y el tema de la vacunación no es mi especialidad. Pero como madre lo vivo con una preocupación creciente. Hace solo unos días se publicó un artículo en EL ESPAÑOL sobre un niño de 12 años cuyo vídeo a favor de las vacunas había dado la vuelta al mundo y avivó mi interés. Es curioso que un niño tan pequeño sea capaz de ver con mayor claridad que muchos adultos el problema de salud pública que representa no cumplir con las vacunaciones.

Haciendo un poco de historia, debemos remontarnos al siglo XVIII para encontrar la primera vacuna que se fabricó, la consabida vacuna frente a la viruela. Edward Jenner aisló material extraído de las pústulas de viruela de las vacas y con su inoculación consiguió generar en el ser humano inmunidad adquirida frente a ese patógeno. Gracias a la vacunación, la viruela es una enfermedad oficialmente erradicada de la faz de la tierra desde el año 1980. A día de hoy, hay otras enfermedades infecciosas que siguen el mismo camino, como la poliomielitis. Si tenemos en cuenta que hasta el siglo pasado la principal causa de muerte en el mundo eran las enfermedades infecciosas, no es desdeñable el número de vidas que se han salvado gracias a las vacunas, probablemente sea el avance médico que más vidas ha conseguido salvar en la historia.

¿Pueden tener las vacunas efectos secundarios? La respuesta es sencilla y rápida: sí. Pero la mayoría de ellos son leves y transitorios, los más habituales dolor e inflamación de la zona de punción, fiebre o aparición de un bulto en la zona donde se ha inyectado la vacuna. Otros efectos secundarios más graves como la anafilaxia o la encefalopatía son extremadamente infrecuentes, se estima que un caso por cada millón de vacunas administradas. El balance riesgo/beneficio se decanta claramente hacia el lado de las vacunas, sin olvidar que cuando alguno de esos efectos secundarios ocurre es muy doloroso para los afectados. Una vez dicho esto, todos las informaciones que circulan en numerosos foros reales y virtuales y que culpan a las vacunas de trastornos muy variados (desde el autismo al cáncer o el Alzheimer) no tienen absolutamente ninguna base científica. Tal y como dice el niño del vídeo, no existen pruebas de que las vacunas sean responsables de todos estos problemas. Nunca se deberían hacer afirmaciones de esta índole sin tener pruebas que lo demuestren con estudios serios, con una metodología adecuada.

¿Puede ser la vacunación una decisión personal? En mi opinión no. Con la vacunación conseguimos un doble objetivo: generar inmunidad en el individuo frente a enfermedades infecciosas que en muchos casos son mortales, y por otro lado, generar inmunidad de grupo. Esto significa que vacunando a una parte de la población, se proporciona también protección a aquellos individuos que no están vacunados, ya que se rompe la cadena de transmisión persona-persona. Cuanto mayor sea la proporción de individuos inmunes en una población, menor será la probabilidad de que se infecte una persona vulnerable. De hecho, se han visto muy recientemente casos de brotes de sarampión o el desafortunado caso de la difteria en poblaciones donde había niños no vacunados. Por tanto, si decidimos no vacunar a nuestros hijos es importante ser consciente de que no estamos decidiendo sólo por ellos, si no por los hijos de nuestros familiares, amigos, vecinos… No pretendo juzgar a nadie y mucho menos culpar a los padres que optan por esta vía, pero creo que es muy importante informarse a través de fuentes contrastadas y con los conocimientos y la experiencia suficientes para poder hablar sobre el tema. Como madre sé que la principal preocupación de unos padres es siempre el bienestar de sus hijos, pero la desinformación o más bien “malinformación” nos puede llevar a tomar decisiones con consecuencias terribles.

Más allá de todos los problemas que, en nuestro país, rodean a las vacunas (desigualdades de calendario vacunal entre diferentes comunidades autónomas, precio de las vacunas no incluidas en la cobertura que ofrece la seguridad social, ect), tenemos la suerte de poder disfrutar de un servicio que ha salvado muchas vidas a lo largo de la historia reciente y que seguirá haciéndolo en el futuro. No lo desaprovechemos y no condenemos a nuestros hijos a padecer enfermedades propias de la época de nuestros abuelos.

Colabora con el blog

Forma parte de los contenidos del Blog del Suscriptor
Escribir un artículo