Por Daniel Bermúdez Boza
Son cada vez más las peculiaridades del momento que vivimos las que nos llevan a reflexiones y conclusiones que hace un tiempo serían imposibles. Seguramente existen desde hace bastante, o desde siempre como dirían algunos, sin embargo es ahora cuando te paras y te preguntas, ¿qué está pasando?
Siempre me llamó la atención el día que cayó en mis manos un ensayo de Umberto Eco titulado Construir al enemigo, y una de las partes que más me impacto es el diálogo que él mismo tuvo con un taxista paquistaní en Nueva York. En esa conversación, este taxista preguntaba a Umberto por el enemigo de Italia, a lo que éste respondía sorpresivo que Italia no tenía enemigos… El taxista nunca quedó conforme, y no entendía como podía sobrevivir un pueblo (el italiano en este caso) sin tener enemigos externos que hicieran fuerte la identidad del país.
A partir de ahí, me di cuenta que, paradójicamente, parece ser que tener enemigos no es que sea bueno o malo, pero sí que es necesario. Y es ahí donde en estos últimos tiempos he comenzado a responderme a mí mismo sobre “esas peculiaridades o rarezas” de las que todos estamos siendo espectadores.
Todos somos testigos de cómo hay ciertos medios de comunicación que ofrecen una cobertura espectacular y diaria a alguna que otra formación política sin que nadie, ni siquiera la otra parte, levante la voz. Existe un fino pero hilado atisbo de aceptación e incluso de agrado en la coexistencia de este hecho. Es decir, ¿hay alguien que está construyendo al enemigo?
De un tiempo a esta parte, parece ser que los enemigos ya no son Partido Popular y PSOE. Lo dicen todos menos el mismo Pedro Sánchez. Es decir, Pablo Iglesias quiere pactar con PSOE y tiene como enemigo común a Mariano Rajoy, que a su vez ya ha dicho que no debate con el líder socialista porque ya no lo ve segunda fuerza, pero que quiere pactar con él. Tal es así, que Pedro Sánchez se está quedando sin enemigos políticos, aunque él se empeñe en seguir buscándolos. Sin desearlo está haciendo amigos, pero como digo Abraham Lincoln, “¿acaso no destruimos a nuestros enemigos cuando los hacemos amigos nuestros?”
Quizás quedarse sin enemigos al mismo tiempo que le salen tantos amigos sea el secreto de su derrota, quizás sea esa su sentencia…
Dice el refrán que dos no pelean si uno no quiere, y tanto PP como Podemos han ofrecido su mano al PSOE, cada uno con sus exigencias, uno para que lo apoye como presidente y otro como vicepresidente. Nadie quiere pelear con Sánchez, nadie quiere subir al cuadrilátero con él. El PSOE se queda sin enemigos. Y como dijo el taxista paquistaní, eso no es normal, sin enemigos no se sobrevive.
Si observamos bien el resultado de las elecciones generales de diciembre, todos los que tenían un enemigo claro y reconocido mutuamente sacaron mejor resultado que los que no. Quizás Albert Rivera y Ciudadanos, al expresar una y otra vez que no tenían enemigos sino adversarios, no cayeron en la cuenta (al principio) que eso no le haría sumar tanto como si los identificaba como enemigos. Cosa que ya, de una u otra forma se empieza a hacer en la confrontación con el populismo de Iglesias y Podemos.
En definitiva, ¿se están construyendo nuevos enemigos para sobrevivir? ¿Ha sido esa la estrategia de Podemos y del PP? Quizás, en esta nueva campaña haya que cambiarle el apodo al líder socialista, y pasar de “Pedro el Guapo” a “Pedro el Bueno”, porque nadie lo quiere ya, ni de enemigo.
Es más amigos, me pregunto ahora también lo siguiente, ¿construyó Susana Díaz a su “enemigo” a medida, llamado Pedro Sánchez, para después derrocarlo?
Construid al enemigo amigos, siempre construid al enemigo.