Sí. Definitivamente. Así como el Sumo Hacedor dio forma al resto de los seres vivos en el sexto día de la Creación, Rajoy, candidato a Presidente en funciones (en funciones, porque lo seguirá siendo tras el 26-J aunque revalide la Moncloa, dada la segura fragmentación del Parlamento) se emocionó en el sexto día de campaña. Sucedió el pasado miércoles, en Tudela, capital del mundo de la alcachofa blanca. Tras llevarse un ejemplar de la hortaliza entre el pecho y la nariz, hizo un canto a la alcachofa que habría inspirado al mismísimo Pablo Neruda cuando escribió una de sus Odas Elementales: “La alcachofa, de tierno corazón, se vistió de guerrero, erecta construyó una pequeña cúpula, se mantuvo impermeable bajo sus escamas…”.
No, Rajoy no tiene nada de melón, aunque otros y uno mismo hayamos dedicado sublimes esfuerzos a restar méritos al líder “malgré lui”. Mariano, como buen registrador, superviviente de tantas guerras políticas internas (comenzó apoyando a Hernández Mancha), no da puntada sin hilo. Su oda a la alcachofa (“Hemos estado viendo este campo de alcachofas y a mí, realmente, me emociona”, dijo en Tudela) es una declaración de principios. O de finales. Veremos qué pasa con él tras el próximo domingo. Las propiedades de esta hortaliza encajan a la perfección con la forma de hacer política del líder del PP, así como con las reacciones que su ingesta producen sobre el cuerpo de la ciudadanía en general y del Ciudadano Rivera en particular.
Veamos. La alcachofa, técnicamente conocida como cynara scolymus, se da en climas templados. Ni frío ni caliente, el que gasta el gallego Rajoy para permanecer. Más allá de que sea rica en vitaminas, la alcachofa tiene efectos muy saludables para el organismo. Es buena para el estreñimiento, contra la acidez de estómago, posee cualidades diuréticas, combate la sensación de nauseas, controla el colesterol…
Pensemos ahora en qué siente la ciudadanía ante la incertidumbre política que nos aflige y en qué se traduce en el organismo el cierto pánico instalado en la sociedad española. ¿En sensación de hinchazón? ¿En incontenibles ganas de ir al escusado? ¿En ardor estomacal? ¿En nauseas? Pues nada mejor que la alcachofa de Mariano para combatir de manera natural tanto malestar.
Escrito así, el párrafo anterior podría ser entendido como burda propaganda electoral a favor del candidato del PP: si está usted cagado (con perdón), le hierve el estómago de preocupación, siente angustia ante el oscuro futuro, vote a Rajoy… Pero no, Mariano. En gran medida hemos llegado a este punto extremo debido a usted, al poeta de la alcachofa, a su incapacidad política unida a una premeditada estrategia del “cuanto peor, mejor”. Cuanto más complicada sea la situación política española ante el ascenso de Podemos, más imprescindible será el Partido Popular, pensaron los estrategas de la calle Génova y algunos medios de comunicación pusieron el resto dando cancha hasta la saciedad a Pablo Iglesias y sus apóstoles de la demagogia.
La alcachofa en su momento de floración es morada, como el color corporativo de Podemos. ¡Qué casualidad! Pero esta hortaliza tiene un gran problema: una vez servida en el plato, es muy difícil de maridar. Pocos vinos soportan su capacidad para neutralizar las pupilas gustativas. Y este es el verdadero drama político de Rajoy: nadie quiere maridarse con él. El líder del PP ganará las elecciones, seguramente, pero no convencerá. Incluso su aliado natural, Albert Rivera, ha propuesto esta semana cinco nombres del PP a quienes los diputados de Ciudadanos harían Presidente de Gobierno con sus votos, pero jamás a Rajoy.
La alcachofa, como buen diurético, adelgaza. En eso estamos los españoles: a punto de quedarnos en el chasis, de disgustos por los unos y por los otros, empezando por el embajador de la dieta de la alcachofa. Rajoy, tan templado siempre, se emocionó en Tudela. Veremos cómo reacciona el próximo miércoles en El Hormiguero, cuando sea entrevistado por Trancas y Barrancas (a trancas y a barrancas, como España) y cuando le bese la calva al calvo, como ya hizo la vicepresidenta Soraya. ¿Será verdad que Rajoy está dispuesto a bailar una muñeira con Pablo Motos?
¿Iglesias, caballo de Troya?
Sí. Coleta no le falta. El transformismo del líder de Podemos no tiene fronteras ideológicas. Primero, días antes de comenzar la campaña electoral, cerró un acuerdo con la antes despreciada Izquierda Unida con el objetivo de pasar por la izquierda al PSOE el próximo 26-J; a continuación, se declaró socialdemócrata para pasarlo también por la derecha; a mediados de esta semana proclamó a Zapatero mejor presidente de la democracia española para quitar al PSOE, también, su i-cono, como diría Piqué. ¿Qué se inventará Iglesias la última semana de campaña? ¿Cambiará Alcampo por la tarjeta de El Corte Inglés para quitar votos a Ciudadanos y al PP?
ZP está abrumado. El otrora malvado que cambió el artículo 135 de la Constitución para limitar el déficit público en el 3% y se arrollidó ante la Troika, ahora es el nuevo héroe de Pablo Iglesias. “Cuando me atacan nadie me defiende y cuando alguien me alaba, también me atacan”, confesaba este viernes a un amigo. La respuesta siempre está en la Historia. Virgilio, en el libro II de La Eneida, escribió: “Timeo dánaos et dona ferentes” (Temo a los griegos incluso cuando traen regalos). La frase se le atribuye al sacerdote Laocoonte al desconfiar del famoso caballo de madera, regalo de los griegos para franquear las puertas de Troya.
Troya fue asaltada y destruida por los griegos, que es lo que pretende hacer Pablo Iglesias con el PSOE para quedarse con la hegemonía de la izquierda española. Si llega a suceder, el pacto constitucional de 1978 se deshará como un azucarillo al estar asentado sobre dos pilares: una formación de centro derecha (UCD, PP) y otra de centro izquierda (PSOE). Un dirigente del PP ponía el viernes un ejemplo gráfico a este Preguntón: “Sería como si resucitara Blas Piñar y Fuerza Nueva desplazara al PP; pues eso mismo supondrá para España si Podemos arrebata al PSOE su lugar institucional”.
Quede como segunda o tercera fuerza a nivel nacional, Podemos, democráticamente, será el partido más votado en el País Vasco y en Cataluña el próximo domingo. España, gran productor mundial de alcachofas, tendrá que reducir la exportación de esta hortaliza para aumentar el consumo nacional con fines terapéuticos.
¿Perdamos la esperanza?
No. El mundo, con tanta violencia, está que arde. La violencia no se destruye, se transforma. Es la nueva religión. En Inglaterra, donde una política laborista de buen corazón ha sido asesinada por un loco neonazi, corre el riesgo de quedarse sin hayas por el calentamiento global. En esta semana ardiente el único lugar de España donde ha reinado la tranquilidad ha sido en El Parral (Segovia). Allí permanece firme el último monasterio de la orden de los Jerónimos, donde reina la paz entre los nueve monjes que quedan. Son una especie en extinción. Se mueren sin reemplazo. Siempre nos quedará El Parral.
¿Un gran epitafio?
Sí. Hay grandes epitafios, como el del pintor renacentista Masaccio plasmado en un fresco de la Iglesia florentina de Santa María Novella: “Lo que tú eres ahora, yo lo fui una vez; lo que soy ahora, tú lo serás algún día”. Así es: todos estamos en funciones, de paso. El marido de Jo Cox, la diputada laborista británica asesinada, improvisó el jueves una despedida que cualquiera quisiéramos de nuestra pareja: “Hoy es el principio de un nuevo capítulo en nuestras vidas. Más difícil, menos alegre, con menos amor. Yo y los amigos y la familia vamos a trabajar cada minuto de nuestras vidas para amar y educar a nuestros niños contra el odio que mató a Jo”. El odio mata de manera imprevisible y mata dos veces: al que muere y al que asesina. Hay que tenerlo siempre presente cuando hablamos y cuando escribimos.