Por Ángel Zurita Hinojal
Un amigo me dice lo que resumiré a continuación sobre Ciudadanos. Creo que no le falta razón, que por eso en diciembre se quedó en 40 diputados, y a ver dónde llega el 26-J.
A estas alturas del campeonato con su prórroga, nadie puede engañarse en lo que respecta a los llamados “partidos emergentes” una vez eclipsado UPyD por el artículo 33.
Podemos ya no es la formación antisistema que se nos presentó. Anteayer se nos declaró leninista, ayer peronista y hoy pretende ser socialdemócrata. Es sistémico en el sentido de que el sistema es su magma nutricional. Su nota diferenciadora es que sus cabecillas mienten más que hablan, ya que ese sistema del que reniegan se lo permite y hasta lo estimula, para manifestar lo que entienden que les conviene en cada ocasión. Sean 5 o 20 los millones de votos que cosechen en el 26-J, lo habrán hecho a plena voluntad de sus electores; otra cosa será que éstos hayan reflexionado sobre las consecuencias.
Menos claro está que pueda ser y qué implique confiar en Ciudadanos. Por principio está contra la corrupción (¿quién no?), es el aire que respira, pero ese punto de partida no lo explica todo. Menos si se repara en la elasticidad que aplica a ese principio.
Fue una formación meritoria en la defensa de los valores constitucionales en Cataluña, aspecto que ha descuidado tras dar el salto al escenario nacional. En él no pasará de ser un bastón que tanto servirá para apoyar al PP o al PSOE como para quebrarse si aspira a ejercer mayor influencia que la que resulte de los comicios.
Ante las elecciones de diciembre el PSOE le calificaba como marca blanca del PP, pero tras ellas resultó ser la coartada de Sánchez y frente a las del domingo se diría que Rivera no ha renunciado a ese papel.
Su exclusión de Rajoy, Santamaría y Cospedal y su níhil óbstat a Casado, Alonso, Pastor, Cifuentes y Núñez Feijóo parece digna de una tesis doctoral (en psiquiatría).
Lo cierto es que los nuevos partidos son bastante parecidos a los viejos. Aparte del rechazo que me suscita Podemos por sus objetivos y sus métodos, tengo que reconocer que está más armado, mejor estructurado que la formación de Rivera.
En el debe de los dos partidos, los mismos defectos que en el de los viejos: culto al líder, obstinación, elasticidad en los principios, relativismo….
Sobre Podemos se tiene una idea bastante clara de lo que querría hacer si llegara a gobernar o llegara a ser determinante para que lo hiciera el PSOE, pero la de Ciudadanos, ¡qué diferente si fuera con el PSOE o con el PP! Mientras, poco se sabe sobre la concreción de su vaporoso programa y sobre su aplicación. Por otra parte ¡qué poco sabemos de su sustancia como partido! Te invito a jugar a las triadas (cualquier cosa que eso sea, pienso yo), empiezo: Rivera-Arrimadas-Girauta; te toca…
Fin de la cita. Claro que me gustaría votar al Ciudadanos que imagino, claro que la democracia española tiene que corregirse, claro que la corrupción es su lacra más importante (hay otras), pero la fórmula no es “el quítate tú para que me ponga yo” sino la regeneración y claro también que éste no es mi Ciudadanos.
Con todo, si hace una semana hubiera decidido votar a Ciudadanos, al día de hoy habría reconsiderado esa decisión. Al menos, para eso sirven las campañas electorales.