Por Miguel Lázaro

Las últimas semanas de campaña suelen ser objeto de “ofertas y promociones exclusivas” como si estuviésemos en una subasta. El tiempo y la rivalidad aprietan, y más hablando del 26-J, cuando ya en teoría se ha dicho todo lo que se tenía que decir. Todo son dones, pero toda esa magia y esa tierra prometida ¿cuánto cuesta? ¿cómo se van a financiar las promesas electorales? Parece que todo es posible durante los días antes de la votación, entonces ¿por qué todas esas mejoras no se han hecho antes? Todas las promesas, deberían llevar una memoria económica.

Ha quedado claro en las últimas dos décadas, que los dos grandes partidos PP y PSOE, se han quedado nefastamente estancados en el bipartidismo. Este vicio estructural, sin más alternativas que uno u otro, les permitía repartirse el gobierno prácticamente por turnos, dando lugar a un oligopolio en diferido, que les garantizaba no tener que cambiar, ni regenerarse. Ya sería el otro quien se desgastara. Así han estado corriendo los turnos de gobierno desde la Transición.

Desde que tengo uso de razón, solamente he escuchado hablar del coste real de las medidas a tomar a C’s, el partido de Albert Rivera; que promete menos cosas que el resto, pero aporta cifras: dice de dónde se puede quitar, para después decir dónde se puede poner. Algo que parece tan obvio a nivel de balance contable, no ha sido puesto en práctica en cuarenta años de democracia, que se dicen pronto.

La cuestión es, que los grandes no han empezado a moverse, hasta que no han aparecido unos “pequeños y molestos” nuevos partidos, que les están comiendo la tostada, porque les obligan a ser más flexibles para mantenerse, y a plantearse cosas, a las que antes no se veían obligados por la comodidad bipartidista. Como el ser humano, o los animales que deben evolucionar para continuar, un partido político solo cambia cuando realmente se ve obligado a hacerlo, no antes.

Aun así, el primero de la lista, el Partido Popular, por seguir viéndose el más grande por resultados, no parece al menos escuchando a Mariano Rajoy, darse por enterado, que ese esfuerzo y esa flexibilidad traducida en regeneración democrática, tarde o temprano le llegará. Rivera ya ha dado un ultimátum: no puede confiarse en quien ha podido cambiar las cosas y no lo ha hecho teniendo mayoría absoluta. El error de los populares, en ver al partido de Rivera como un comodín de votos que siempre ha considerado propios, le puede pasar una factura muy cara. Por eso Rajoy le dedica más esfuerzo a arremeter contra C’s, que contra Podemos, su polo opuesto necesario.

Mariano Rajoy sabe que C’s es el único partido que puede ponerle en su sitio y someter su primer puesto con condiciones. No solamente en cuanto a regeneración se refiere, sino a vencer al PP en su terreno hegemónico de cifras y datos macroeconómicos: C’s dice de dónde saca el dinero y a dónde va a ir sin recortar, en lo que por costumbre ha recortado el PP. Ahí Mariano Rajoy, ha visto un talón de Aquiles con el que no contaba en su punto fuerte: la memoria económica de las reformas.

La realidad es, que hasta que no ha aparecido C’s en escena, los grandes partidos no se han visto obligados a afrontar sus contradicciones. Hasta el momento, les bastaba con la justificación propia y el desgaste del oponente. Por eso, el partido naranja, aunque es adolescente, ha sido capaz de movilizar por dentro las estructuras viciadas de los grandes, pese a quien le pese. Si quieres seguir vivo, tienes que adaptarte… esta sería la traducción evolutiva.

[Miguel Lázaro Caballero es profesional del Turismo, escritor y blogger y ciudadano @miguel_lazaro_]

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