Por Pilar García

Hace unos días fue el Día Mundial de los Refugiados... vaya, no estuvo mal, al menos les dimos voz y visibilidad a aquellos que han comprendido que los días de los refugiados son los 365 días al año que pasan lejos de su tierra, huyendo, sin poder volver a su hogar… Algunos no volverán nunca… Gracia Acnur, Médicos Sin Fronteras, Proactiva Open Arms y tantos otros que me dejo en el tintero

Hoy he decidido hablar de ello, porque hace unos días ya lo iba a hacer todo el mundo.

Me leí el Diario de Ana Frank más o menos a la edad en la que ella lo escribió; he estado tentada de releerlo un par de veces pero nunca he querido que los años y la madurez me quitaran la sensación de empatía que sentí… Esta lectura hizo que me interesase enormemente por la Segunda Guerra Mundial.

Siempre que he visto, oído, leído algo referente a esa época, fueran testimonios reales o novelados, miraba a mi alrededor y me decía: no, no es posible, esto ahora mismo, a finales del siglo XX, o principios del XXI, ya no sucedería… me miraba, miraba a mi familia, a mis amigos, a mis conocidos, a mis vecinos, e interiormente una voz orgullosa decía “nosotros seríamos de los buenos, ayudaríamos a los judíos, los esconderíamos, les daríamos nuestro apoyo no sólo moral, también físico… bueno, quizás no seríamos capaces de arriesgar nuestras cómodas vidas, pero seguro que no les delatábamos, ni les echábamos, dejándolos a su triste suerte… No, nosotros, los occidentales, los europeos, no permitiríamos que un gran puñado de gente muriese como ratas porque no tenía donde ir”

Es cierto que en estos casi 20 años ya creció en mí la sospecha de que la Humanidad hace mucho que dejó de ser humana, que volvimos a permitir campos de concentración en la ex-Yugoslavia, que nos importaba un bledo el mantener a África como un verdadero continente vertedero, que nadie se adhería a la exigencia del 0.7% (donar a Cooperación Internacional el 0.7% del PIB, que fue un acuerdo que firmaron muchos países y sólo lo cumplen 6 ó 7, los demás no llegamos ni a la mitad), que los Objetivos del Milenio realmente se convirtieron en los Objetivos de Cuarto Milenio… pero bueno,… seguía mirando a mi alrededor pensando que cuando nos enfrentáramos a la disyuntiva de si ser “bueno o malo”, cuando lo tuviéramos en casa, en la puerta de al lado, en nuestra frontera, reaccionaríamos.

Hoy ya he perdido toda esperanza. Somos incluso peor que los nazis. Porque en este mundo globalizado e hipercomunicado ni siquiera podemos alegar falta de conocimiento. Ahora miro a mi alrededor y sólo oigo “¡Cuántos niños!” Pues claro, a los niños es a los primeros que se intenta salvaguardar, España mandó no hace tanto barcos cargados de niños a la URSS y a México ¿o se les llamaba los Niños de Morelia porque eran talluditos? Otros de mis preferidos: “es que llegan mezclados con los terroristas” que es para nota, pensar que un terrorista del Estado Islámico se va a jugar la vida atravesando el Mediterráneo y jugándose la vida, cuando puede llegar tranquilamente en un avión de cualquier compañía aérea y hasta tengo la sospecha de que viajan en primera… y sin embargo, voy a comprar ese argumento, pero entonces la responsabilidad sería de las autoridades para hacer una criba, en ningún caso de los refugiados…

Y es que aquí viene el quid de la cuestión: SON REFUGIADOS, no migrantes, ni inmigrantes, ni peticionarios de asilo, son refugiados y punto.

Según la Convención sobre el Estatuto del Refugiado estamos incumpliendo la legalidad internacional… a partir de ahora me voy a sentir con derecho a robar, a estafar, a defraudar, e incluso a cagar en la vía pública si me viene en gana porque si una Ley Internacional se incumple sistemáticamente por aquellos que deben de garantizar el cumplimiento de la Ley ¿con qué autoridad moral me van a obligar o sugerir o convencer de que cumpla “sus” leyes, las que les gusta, las que no les viene mal dependiendo de si hoy es martes o ha salido el sol por Antequera?

Esto no lo leerá nadie. Hoy en día si tus reflexiones no caben en un tuit, no eres nadie… Seguro que tampoco ninguna niña de 14 años se leerá el Diario de Ana Frank, que también es largo, y soñará con que otro mundo es posible… Mientras tanto doy gracias por comprender que cuando alguien huye de la guerra, de la persecución, del hambre, de la masacre, estamos moralmente obligados a abrirles las puertas de nuestro país, incluso las puertas de nuestra casa y conseguir que todos tengamos “la habitación de atrás”…

Gracias Ana Frank y gracias familia porque en mi casa se controlaba la televisión, nunca los libros… Me da asco ser humana, espero que vosotros podáis dormir tranquilos; yo no puedo.

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