Por Félix Jacinto Alonso Holguin

Los grupos humanos se han ido agrupando según su proximidad, afinidad o costumbres durante toda la historia. Una vez se establecía una unión más o menos estable, elegían un estandarte como símbolo para diferenciarse de otros grupos cercanos. El transcurrir de los siglos produjo que, estas uniones, se fueran haciendo cada vez más numerosas. De igual forma, fueron conjuntando sus colores, símbolos, incluso los escudos en uno común para cada país.

Así fueron surgiendo diferentes países a lo largo del mundo. Junto con su bandera, al compás y de forma melódica, cada uno de ellos eligió una canción, con letra en algunos casos, para describir su nación y patria. Pese a portar colores similares, no hay uno que tenga la idéntica bandera que otro, dado que algún símbolo será su diferencia.

Desde la antigua Grecia se tiene conocimiento de los llamados “Juegos Olímpicos”. En ellos, diferentes humanos de diversas procedencias compiten con bajo los principios “Citius, Altius, Fortius”: más rápido, más alto, más fuerte. El movimiento olímpico moderno basó sus principios en eso de “lo importante es participar”. Mal empezamos cuando justificamos una derrota; aunque, como filosofía deportiva, es impecable.

En España, llevamos unos años ya con un sentimiento de algunos individuos en diversas regiones, propugnando el deseo de separarse del conjunto. Una de sus medidas es ir subvencionando dichas “querencias” para permanecer a nuestro lado. Ante todo ellos quieren “irse” y nosotros pagamos su “quedarse”.

Cada cuatro años, alternos de a dos, se producen competiciones deportivas de fútbol entre las diferentes regiones del planeta Tierra, agrupadas en continentes: Eurocopa, Copa de África, Copa América... Y otras donde se compite en conjunto: Mundiales. Los jugadores visten diferentes camisetas con los colores de su nación. Cuando finaliza es costumbre intercambiar con el contrario la zamarra.

Al inicio de cada partido, forman los Equipos con sus jugadores abrazados, o simplemente juntos, escuchando los himnos de cada país. Un respeto tremendo, donde se percibe la letra -si la hubiere- y flota en el ambiente el cariño común por cada uno de los diferentes pueblos. ¿Todos?

En nuestra querida España, de unos tiempos a este año 2016, se tiene por costumbre silbar, pitar, menospreciar e injuriar los tres mayores símbolos del “Estao” -Bandera, Himno y Rey- en la celebración de la Copa de España. Soy de la firme convicción que somos un caso muy aislado de este planeta, de otros... no tengo datos, de momento.

La Selección de España de fútbol está disputando la Eurocopa 2016 en Francia. Vicente es su entrenador y quien decide los muchachos que acuden a “defender” pueblo, colores, bandera e himno. Los jugadores son unos jóvenes que pasan la mayor parte de los días grabando anuncios publicitarios. Sus entrenamientos diarios son inferiores a 3 horas... y creo que su formación intelectual no está plenamente desarrollada, ya que su principal actividad es el deporte o “vender camisetas, trajes, colonia, coches, calzoncillos...”.

En esa “selección” juega Gerardo de forma habitual. Este muchacho se significa en cuanto tiene oportunidad por avalar una opción separatista del resto de España. ¿Incongruente? No, su fama consiste en jugar a fútbol para, después, conseguir ejercer su principal actividad diaria: vender lo que sea.

El pasado día 21 España se medía contra Croacia. Antes del partido, en tanto sonaba el himno nacional, un operador de cámara, junto con su ayudante, pasaba junto a “nuestros” chicos enfocando a no más de 3 metros sus rostros. Serios, concentrados, mirando al frente, cielo... o con la mirada baja de Gerardo.

El chico tuvo la mala suerte de sentir -según explicó posteriormente- un calambre en su mano derecha; de tal guisa que, excepto el dedo corazón, el resto se replegaran, cerrando el puño. Esa forma quedó reflejada como el signo de desprecio llamado “peineta”. ¡Ya es mala suerte! Mira que “sufrir” un calambrazo cuando suena el himno de tu país, se está firme en señal de respeto y, sin olvidar nunca, a tres majaderos profesionales de la televisión: uno toma la imagen, otro ayuda a desplazara al cámara y el realizador quien permite salga a la luz el detalle.

Creo que, ni Gerardo, ni su naturaleza, son culpables de este hecho. Sería de agradecer que, tanto el chico, como Vicente, su entrenador, fueran expedidos a España por la vía más urgente posible. Se están llevando malos ratos por representar a nuestro país: uno por hacer o sufrir, otro al permitir eso al primero.

¿Recuerdan el segundo país que permitía a alguno de sus ciudadanos sea “víctima” de calambrazos al oír el himno o respetar a la bandera? Me pregunto qué harán si pasa algo similar en democracias tan consolidadas como: Inglaterra, China, USA, Argentina, Cuba, Alemania, Arabia Saudí, Japón, Francia, Rusia...

Si alguna vez ocurre algo similar, habrá que escribir de ello... aunque, me da la impresión, que eso sólo pasa en esta España mía, esta España nuestra.

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