Por Víctor Llano

¿Qué fue de la fiesta del balcón? ¿Con quién no van a poder gobernar? Siguen solos. Y lo que es peor, únicamente pueden aspirar a sobrevivir mal acompañados. Cuando el líder máximo les advirtió de que lo que escucharían sería el discurso más difícil de su vida, muchos pensaron que se iría, pero no, todo quedó en viva el vino.

Noches de mucho, mañanas de nada. Amaneció. Y ya no era domingo. Era lunes. El vino se volvió amargo y el monstruo de la corrupción, de las cloacas del Estado, de las trolas y de las promesas incumplidas seguía allí.

Ya no era tanta la suma. Le faltaban treinta y nueve. No sumaría ni con los de Ciudadanos a los que Rivera puede llevar al desastre en el que terminó el CDS. ¿En quién confiar? ¿A quién comprar por menos de nada? ¿Dónde se escondió la victoria?

Si no se mueve o cambian al pésimo actor que logró que el PSOE alcanzara los peores resultados de su existencia, y Rivera -que simula cabrearse con el ancho mundo para no mirarse en el espejo de su fracaso- insiste en quedarse al margen, la fiesta del balcón de Génova acabará en lo que pudo ser y no fue.

Se lo pusieron tan fácil que nada aprendió. Rajoy pudo marcharse creciendo, dejar que fuera otro el que se entendiera con los que no quieren compartir su Marca, pero se equivocó, creyó que no amanecería y amaneció, se acabó el vino, hace mucho calor y el agua escasea.

Sí. También en su partido le funcionará el miedo al miedo de no estar en sus listas, ya no tendrá enemigos ni en el más pequeño de los despachos de Génova 13, ya está sólo, más sólo que estuvo nunca, ya nadie le pedirá que escuche una copla de Farina que habla de un vino amargo. Pero le siguen faltando 39.

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