Por Mario Martín Lucas

Superado el 26-J, catorce escaños han escenificado la diferencia sobre el 20-D, todos ellos sumados por el PP, a costa de Ciudadanos (-8), PSOE (-5) y PNV (-1).

Mientras el PP ha incrementado sus apoyos en 690.433 votos, el conjunto de PSOE, Podemos y Ciudadanos ha perdido 1.545.704 votos; es decir, que los partidos alternativos al PP han perdido más del doble de los votos en los que él sí ha crecido. Los electores han penalizado tanto a los partidos que intentaron “El pacto del abrazo” (PSOE + Ciudadanos), como al partido que optó por no apoyarlo (Podemos), ni por activa, ni por pasiva (vía abstención), dando paso a estas nuevas elecciones generales, en las que quien apareció como más inmóvil ha terminado obteniendo premio.

El incremento del voto popular, con su apelación al miedo y a “los moderados” es posible que se deba a haber recuperado votos entre los 376.772 que dejaron de apoyar a Ciudadanos e, incluso, entre los 106.070 fugados del PSOE, al margen de propios abstencionistas del 20-D. Pero, ¿dónde han ido a parar los 1.062.862 votos perdidos por Unidos Podemos respecto al sumario logrado por los partidos liderados por Pablo Iglesias y Alberto Garzón el 20-D? Parece evidente que la respuesta es que gran parte de esos votos han ido al incremento de la abstención en 961.713 votos.

Más allá del análisis de las causas que hayan podido estar detrás de ese desplazamiento en los apoyos de unos y otros, parece evidente que ha podido haber más aciertos en una campaña que en otras, que todo lo vinculado al Brexit haya podido tener un impacto entre cierto espectro de votantes, que viejos fantasmas como el miedo y las incertidumbres hayan trabajado en un determinado sentido del voto, pero también que estrategias pensadas en activar sumatorios de votos, como la unión electoral entre Podemos e Izquierda Unida, en lugar de conseguir sinergías, ha planteado deserciones en los apoyos, tanto por ex votantes de una, como de otra formación. Todo ello forma parte de la especulación y de los análisis a posteriori.

Ciudadanos ha sido el partido que más escaños ha perdido, seguido del PSOE, pero ninguno de ellos ha tenido tanta merma de votos como Podemos. Al margen de las causas, ahora vuelve a coger perspectiva la posibilidad que tuvo la formación liderada por Pablo Iglesias de haberse abstenido, en la segunda votación de la investidura de Pedro Sánchez, habiéndose reservado para si la estabilidad de esa mayoría de Gobierno, que podría haber ido administrando en función de las políticas aplicadas; más allá de que su programa electoral no coincidiera con el planteado.

Podemos buscó el apoyo de sus bases, obteniendo una respuesta mayoritaria, pero el resultado hubiera sido el mismo con otra pregunta, planteada de forma adecuada. Lo ocurrido ante aquella posibilidad será recordado en los libros de historia parlamentaria y quizás, en relación con ello, coja sentido la afirmación enunciada por Bill Gates: “Las oportunidades grandes nacen de haber sabido aprovechar las pequeñas”.

La toma de decisión es un arte, también en política, donde las emociones y los estados de ánimo juegan un papel determinante, más allá de la pura matemática, donde dos más dos no son cinco, y en ocasiones ni siquiera cuatro.

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