Por Mario Martín Lucas
En la economía de posguerra de la España en blanco y negro de los años cuarenta del siglo XX, comer un huevo pasado por agua suponía un manjar, muy escaso debido a la pobreza del momento, reservado, en cada casa, al cabeza de familia. De tal forma que algunos niños de entonces optaban por simular dolor de estómago para que les aplicasen aceite de ricino, como purgante, ante la posibilidad de poder disfrutar del premio que suponía tomar un huevo pasado por agua, tras tan doloroso trance.
Mariano Rajoy se ve cerca de renovar su mandato como presidente del Gobierno de España, evitando así pasar a la historia como el primer presidente que no lo consigue habiéndolo pretendido. Todo ello tras algo más de cuatro de años de ejercer una mayoría absoluta marcada por la excepcionalidad del escenario del año 2011, durante los cuales ha aplicado la mayor subida de impuestos que se recuerda, en contra de lo que recogía su propio programa electoral, recortando a la vez derechos sociales en sanidad, educación y dependencia; protagonizando el mayor rescate financiero de la historia (100.000 millones), sin impedir el desplome de 300.000 millones de crédito a empresas y familias; incumpliendo el déficit público comprometido en cada uno de los años de su mandato y acabando con la hucha de las pensiones, cuando al inicio de su presidencia se situaba en 66.000 millones de euros, dejando desamparados a quienes aspiran a jubilarse en los próximos tiempos, así como a los que ya lo están.
Con todo, la ciudadanía española se ha manifestado a través del voto, dos veces en poco más de seis meses, y en ambas ocasiones la minoría con más apoyos es la encabezada por el señor Rajoy. Bien es verdad que siendo ampliamente superada por el voto conjunto de las otras fuerzas políticas mayoritarias.
A la vista del resultado electoral y a pesar de todo lo ocurrido bajo la presidencia del señor Rajoy, incluida la reiterada corrupción “popular”, por mucho que haya episodios en otras formaciones, y del sufrimiento generado por la vía de la reforma laboral; una parte importante de la clase media española ha votado condicionada, y atrapada, por los efectos de la incertidumbre, Brexit incluido, en los valores liquidativos de sus planes de pensiones, fondos de inversión e incluso de sus propias viviendas, ante la evidencia de que el único valor que permanece estable es el de sus deudas, vía hipotecas; optando por una nueva dosis de “aceite de ricino”, en forma de nuevo mandato de Mariano Rajoy.
Porque una cosa es censurar la corrupción galopante y la explosión del estado de bienestar que creíamos como una certeza conseguida, a lo que se ve erróneamente, y otra la propia sensación ante un sistema, del que, a expensas de juicios y queramos o no, somos parte, pero como víctimas.
¡Venga Mariano, otro trago de “aceite de ricino”…luego tendremos un “huevo pasado por agua” por cabeza, ¿verdad?.