Por Daniel Pinelo Casas
Esta vez no hubo bebés. Tampoco txarangas valencianas ni otros tantos espectáculos. Después aquel extraño 13 de enero, sus señorías acudían este 19 de julio a un descafeinado Día de la Marmota en el Congreso. La constitución de la Cámara baja nos deja dos momentos pintorescos. Por un lado, la bochornosa incapacidad de la izquierda (mayoritaria en el hemiciclo) para consensuar un candidato alternativo a Ana Pastor con el que poder presidir un órgano legislativo, que previsiblemente atará de pies y manos al nuevo Gobierno.
Por otro, la nueva presidenta, la segunda mujer de la historia en presidir el Congreso de los Diputados. A nadie se le escapa que Ana Pastor posee un perfil poco polémico y no mal visto por una gran parte de las fuerzas políticas. Sin embargo, a pesar de haber formado parte en otra ocasión de la mesa del Congreso, tiene una mentalidad más ejecutiva que legislativa. Bastó escuchar el discurso de este martes tras su elección como tercera autoridad del Estado: un desafortunado speech más propio de una rueda de prensa tras un Consejo de Ministros cualquiera del PP que de una presidenta del Parlamento. Aún así, de Ana Pastor se espera que obre con buen hacer y cordura. O, al menos, que lo haga mejor que el inexperto Patxi López en su breve mandato. Tampoco es tan difícil.
Con las Cortes constituidas, las miradas vuelven a centrarse en el calvario para la formación de un Gobierno. Hoy parece más claro que ayer que Rajoy acabará siendo investido con el beneplácito de Ciudadanos, PNV, CC y, quizás, CDC. No obstante, el mandato de Rajoy va a estar marcado por una inestabilidad clara, y es muy difícil, por no decir imposible, que logre completar una legislatura de cuatro años. Tiempo al tiempo.