Por Juan Miguel Novoa
Gustavo Bueno ha fallecido apenas horas después de enterrar a su mujer. El gran filósofo español, ateo católico, tomista sin fe y creador de un sistema filosófico, nos deja en un agosto convulso y recalentado de penas compartidas en dialéctica celestial.
Le recuerdo en La Clave, polemizando entre clérigos e intelectuales orgánicos, desde una libertad con acento de pueblo con la que atajaba verdades ofensivas, directas, sin concesiones. Le seguí entonces en libros, conferencias, revistas "catoblepas" virtuales, canales de Youtube, haciendo pensamiento en español. Bueno se va, dejando así la estela práctica de una filosofía incómoda, no mediática en nuestro conglomerado de opinión coreografiada entre el tópico y lo políticamente correcto.
Don Gustavo ha estado en la vida tan presente como ignorado por dicho tumulto. Fue brillante en definir el pensamiento de una época que, aunque venía de lejos desde la izquierda patria, se hace luz el 11M del 2004. Con la etiqueta "Pensamiento Alicia", define un tiempo representado en la sonrisa del presidente Zapatero. Sonrisa pánfila que enmarca todo un pensamiento, y no a la inversa, como nos explicó en un magnifico texto que encontrábamos tirado en los rincones ocultos del Vips.
Dicho "pensamiento" se describe desde el personaje de Carroll cuando, a través del espejo, la heroína se imagina un "mundo al revés", que promete ser maravilloso y al que se llega con un gesto de voluntad y sin esfuerzo. Mundo tan diferente al utópico, por su simpleza y aparente facilidad, tanto de partida como de contenido. Se desarrollan así escenarios felices que se van impone seduciendo a unas multitudes que terminan sonriendo de igual manera y que terminarán, en su fracaso, sofocados y defendidos entre el cinismo y la mala fe.
Un filósofo está para eso. Para analizar ese monstruo llamado Realidad desde categorías amplias de pensamiento que, desde el método, independencia y libertad, aclaran la situación problematizando las cosas. La filosofía no está hecha ni para solucionar la vida ni para dormir al personal en el reino de la erudición abstracta. Está para complicarnos la existencia descubriendo el velo infame con que los poderes del ahora encubren lo cotidiano. Don Gustavo cumplió su labor con creces, ignorado por la tribu de la intelectualidad orgánica - toda la que hay en España - y de los expertos de la nada que se arrastran en tertulias, platós y periódicos.
Queda su legado, su sistema y sus discípulos. No nos cabe duda de que su obra persistirá frente al silencio de los "Alicias". Desde mi admiración y diferencia - nos separa la fe, pues creo que él tiene más que yo - reciba mi afecto y oraciones.
Gustavo Bueno, descansa en paz.