Por José Ramón Ramírez Rubio (@elseisdoble)

Un importe de 775.655 euros es lo que el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, dirigido por José Manuel García-Margallo, ha destinado al "mantenimiento general de los locales y jardines de la cancillería y de la residencia de la Embajada de España en París y de la cancillería de la Delegación Permanente de España en la OCDE”. Es decir, al edificio que comparten y en el que trabajan Ramón de Miguel, al frente de la embajada, y el exministro de Educación José Ignacio Wert, que desde hace un año es el embajador de España en la OCDE.

Esto es lo que podemos leer en una noticia reciente en EL ESPAÑOL y parece ser que nos estamos acostumbrando a que estos despilfarros sean normales. Leemos este tipo de derroches y no nos detenemos ni siquiera unos segundos a graduar la importancia de los mismos.

El mal uso del dinero público es un hábito adquirido con el que los que aportan a esta sociedad están teniendo mucha tolerancia, demasiada. Es un abuso continuo que sumado a otro y a otro y a otro; lo único que hace es destrozar la última etapa de la vida, entre otras muchas cosas.

Hay un sector de población que lleva más de 30 años cotizando, están en el punto y coma de la vida laboral; por eso miden el calibre de la distribución del dinero de otra forma, por un principio natural y lógico. Quieren que parte de ese dinero público vaya, por ejemplo, a una hucha y que no se toque por nada del mundo; que sirva a los que están sosteniendo ahora todo este tinglado para ver algo de luz en el futuro y que, a la vez, se compense esos más de 10.000 madrugones que, más o menos, han tenido que dar contra natura para doblar el lomo y contribuir a que esto funcione.

La paciencia de los que aportan tiene un límite y estoy seguro que todos quieren menos jardines oficiales y más garantías para su jubilación.

Colabora con el blog

Forma parte de los contenidos del Blog del Suscriptor
Escribir un artículo