Por Luis Atienza Irureta
Cuando llega una nueva jornada electoral surgen muchas voces que empiezan a ensalzar la fiesta de la democracia. Y muchas personas asumen que, efectivamente, ese día es una gran fiesta.
Pero para otras personas simplemente es un día de tortura. Son aquellas personas que deben trabajar, como componentes de una mesa electoral, como representantes de la Administración, como empleados de Correos, de las Fuerzas de Seguridad, de la Administración de Justicia y empleados públicos de Ayuntamientos, Comunidades Autónomas y Estado que se ven involucrados.
Primero, porque se ven privados de un día de descanso que se convierte en día de tortura, por el alargamiento innecesario de la jornada. Segundo, porque aunque exista una dieta compensatoria y algún posible día de descanso, éstos no compensan el esfuerzo realizado.
La jornada comienza a las 8:00, cuando abren físicamente los colegios, y momento en que empleados de los colegios, funcionarios y miembros de las mesas ya tienen que estar presentes. Para ello, han tenido que levantarse y desplazarse al colegio con la debida anticipación. Y a las 20:00 se cierra la votación, pero empieza lo peor.
Primero, la recepción del voto por correo. Hasta ese momento, los carteros llevan ya un buen rato esperando para entregar los sobres y salir corriendo a casa.
Segundo, el escrutinio. Este puede complicarse y hacer que se termine a las 2:00 (día siguiente). Con muchísima suerte, se podría terminar solamente en un par de horas, pero….la realidad es otra.
Si las elecciones son municipales, autonómicas o corresponden a la votación para el Congreso, el recuento puede realizarse con cierta rapidez. Ahora bien, si el recuento es de papeletas para el Senado, hay que agarrarse. El tamaño, doble cara, número de candidaturas y esfuerzo mental para la identificación de las marcas hechas con una vista ya bastante cansada del presidente de la mesa, simplemente suponen una tortura casi peor que el gota a gota o la bota malaya.
Además, es determinante es la falta de experiencia de los miembros de la mesa, que se complementa con las mayores o menores habilidades personales de los mismos, para improvisar, buscar soluciones a los problemas que puedan ir surgiendo y poder superar el agotamiento que coincide con el periodo de recuento.
Hay que considerar que los miembros de la mesa se enfrentan a una jornada que oscila entre 14 horas y 18 horas de trabajo. Este hecho no resiste a ninguna reglamentación laboral, por muy permisiva que pueda ser, en alguna república popular.
Corolario: El Estado se erige en sujeto contratante por vía de imposición (la normativa al efecto es altamente coercitiva) y el contratado, el ciudadano designado miembro de la mesa, queda relegado al papel de súbdito obligado.
Y como consecuencia el ciudadano teme ser elegido miembro de la mesa. Lo teme tanto que no hay más que ver la velocidad cuasi lumínica que desarrollan para escapar del colegio, los que han acudido como suplentes, tras establecerse que su participación no es necesaria.
Ante ello, no queda sino pensar en corregir este absurdo y para ello, habrá que:
1.Reducir el horario de apertura de los colegios a 6 horas, en lugar de las 11 actuales.
2.Adecuar el número de electores por cada mesa, aumentando lógicamente el número de mesas al pertinente.
3.Incorporar al máximo la tecnología, como apoyo del trabajo de la mesa electoral.
4.Establecer una o varias mesas por provincia que únicamente recojan todo el voto por correo, en el mismo horario del resto de colegios.
Al mismo tiempo, la tecnología actual puede aportar al proceso electoral lectores de Documento de identidad electrónico, para validar a los electores y registrar su participación.
La incorporación de códigos de barras a las papeletas, para realizar un rápido recuento por lectura óptica. Para aprovechar mejor esta técnica, habría que modificar la sábana utilizada para el voto al Senado, por papeletas individuales por cada candidato, dotadas de código de barras.
Disponer cada mesa de un PC dotado de software de gestión del recuento, que cruce electores registrados con cómputo y permita:
> Recuento con lectora de papeletas con código de barras.
> Emisión de los pertinentes documentos digitales (actas de constitución, sesión y escrutinio).
> Identificación y registro de electores por Documento de Identidad electrónico.
> Transmisión de datos (participación y resultados) a la Junta Electoral, desde cada mesa.
Y algo más. Hoy por hoy, son los presidentes de las mesas los que –por sus propios medios- deben ir al juzgado a las dos de la madrugada para entregar la documentación electoral. Creo que a ese presidente habría que pagarle el taxi al juzgado y el de vuelta a casa. Se lo ha merecido de veras.
Cierto es que estas medidas pueden incrementar el coste electoral. Pero se tira tanto dinero, que en una revisión del gasto público (Presupuesto base cero) se podrán quitar muchos gastos actuales, cuantiosos e inútiles.
El cambio en la Ley Electoral, nadie debe olvidarse de esto.