Por Juan Fernando Ramón Sánchez

Julius Henry Marx, Groucho Marx para los cinéfilos, nos dejó innumerables muestras de inteligencia y humor tanto en sus películas como en su modus vivendi. En una de sus innumerables muestras de genial humor, llegó a afirmar “estos son mis principios y si no le gustan, tengo otros”. Parece que la frase está traída a colación, tras observar cómo algunos de nuestros políticos a diario nos hacen comulgar con ruedas de molino, afirmando extremos que por su naturaleza debieran ser antitéticos.

Ejemplo de ello y fácil de comprobar, si acudimos a las hemerotecas, lo encontramos en las afirmaciones del líder de Ciudadanos, Albert Rivera, quien manifestó por activa y por pasiva que no pactaría con el PP, incluso cuando le preguntaban por el Sr. Rajoy entonaba con ahínco su vade retro. Algo ha debido de pasar para que se haya producido un giro de ciento ochenta grados en su discurso político y así encontrarnos en las antípodas escuchando al Sr. Rivera pronunciar un panegírico sobre quien antes debía de personificar todo lo más execrable. Seguro que son razones de Estado que algunos contribuyentes no somos capaces de comprender.

El aparente resultado es que la culpa de todo este embrollo la tiene, como no podía ser de otra manera, el líder de los socialistas Pedro Sánchez, a quien se le solicita que se abstenga con la pretensión que sea nombrado Presidente quien tras las primeras elecciones no presentó su candidatura... si bien ahora lo hace con el apoyo de Ciudadanos, mediante un pacto que incluye al menos cien medidas de las propuestas por el Sr. Sánchez en su candidatura con otras fuerzas de izquierda, en un pacto denominado por el Sr. Rajoy como el de los Toros de Guisando.

Como diría el refranero español, que si algo tiene es que es muy sabio, unos por otros y la casa por barrer, produciendo una situación que si a algo va a afectar claramente es en la intención de voto de una parte de la ciudadanía cada vez más hastiada y presumiblemente citada en unas fechas tan señaladas. Pero como diría el genial Groucho, ¿a quién va a creer a mí o a sus propios ojos?

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