Por César Sampedro Sánchez (Doctor en Historia)

Vamos a echar a Barack Obama mucho de menos. Pero el sueño americano sigue. La antorcha, tomando la expresión literal del discurso inaugural del 20 de enero de 1961 de John F. Kennedy, sigue ardiendo. En forma de progresismo liberal y encarnado en el Partido Demócrata, la antorcha, el sueño americano se ha concatenado durante décadas en Estados Unidos: de John F. Kennedy a Jimmy Carter, de Carter a Clinton y de Clinton a Obama. “Dejemos aquí y ahora que corra la voz, a nuestros amigos y enemigos por igual, de que la antorcha ha pasado a una nueva generación de estadounidenses (…)”. Es una de las frases más brillantes del discurso inaugural del presidente americano.

El legado de los Kennedy ha permanecido durante décadas en la política estadounidense. Primero con Robert, asesinado apenas unos años después que su hermano durante en la carrera hacia las primarias presidenciales. Y sobre todo posteriormente con Edward, el senador demócrata que destacó por su larga y extensa trayectoria, fallecido hace pocos años. Edward Moore Kennedy, Ted, tuvo siete vidas en la política y a pesar de los graves errores cometidos (incidente de Chappaquiddick) fue capaz de mantenerse en la primera de influencia del Partido Demócrata, dando un fuerte espaldarazo en las primarias hace unos años, a un entonces desconocido Barack Obama. Tal vez por razones de cercanía en el tiempo, fue el que imprimió sobre mi mayores dosis de seducción política.

Ahora, el sueño americano sigue de la mano de Hillary Clinton. Hay que destacar de entre su dilatada carrera, el impulso al plan de asistencia implantación de asistencia sanitaria que ya dio, como primera dama en 1993, se trataba entonces (los lectores sabrán que en EEUU no existe ni de lejos un Seguridad Social como la española) de una propuesta que requeriría a los empleadores proveer cobertura sanitaria a sus empleados a través de organizaciones individuales de mantenimiento sanitario. Sus opositores rápidamente ridiculizaron el plan al calificarlo como Hillarycare. El plan no recibió el apoyo suficiente para un voto en la cámara baja o en el senado, aunque los demócratas controlaban por entonces ambas cámaras, y la propuesta fue abandonada en septiembre de 1994.

Posteriormente, y junto al citado senador, Hillary Clinton impulsó la aprobación del State Children’s Health Insurance Program (Programa de Seguro Médico para Niños del Estado) en 1997, un esfuerzo federal que proveía asistencia del estado para niños cuyos padres no podían proveerles cobertura médica. El plan de asistencia sanitaria completa vuelve ahora en el programa de la candidata Clinton para las próximas elecciones.

Los demócratas se han dado cuenta que la victoria vendrá siempre por la izquierda, por lo que el veterano socialista Sanders, no ha dudado en cerrar filas con Hillary, después de la victoria de esta en las primarias. Proponen a los electores estadounidenses asuntos como una lucha sin cuartel contra los abusos de las grandes corporaciones, el fin de la anarquía financiera de los bancos, un salario mínimo federal de 15 dólares, vivienda y cobertura sanitaria para todos o acabar con los paraísos fiscales. Proponen hasta una enmienda constitucional para revertir el fallo del Tribunal Supremo en el caso Ciudadanos Unidos contra la Comisión de Elecciones Federales, por el que se abrió la puerta a las donaciones ilimitadas en las campañas. Y no solo eso: en el nuevo credo demócrata, el libre comercio es un anatema si no va acompañado de “mejora del empleo, de los salarios y de la seguridad del país”.

¿Será la primera mujer presidente en la historia de EEUU, más capaz en su cargo que su marido Bill o que el propio Barack Obama, como él mismo declaró durante la convención demócrata en Filadelfia el pasado julio? Nadie con más tesón que ella para encabezar la causa de los inmigrantes ilegales, el gran gobierno y el gasto público, la sanidad, las infraestructuras o la educación. Si es cierto que la esencia de EE.UU. es el melting pot (mezcla de culturas), nadie mejor que ella para canalizar las energías positivas de millones de mujeres, de las minorías afroamericana y latina. Es decir, de todo aquello que conforma el nuevo electorado que transformará el país en las próximas décadas. Una nueva generación. La antorcha sigue ardiendo.

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