Por Pedro Peral

Durante el reciente encuentro con sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas en Tiflis (Georgia), el Papa hizo un elogio del matrimonio y mencionó: “Un gran enemigo de matrimonio hoy en día: la teoría del gender. Hoy hay una guerra mundial para destruir el matrimonio, hoy existen colonizaciones ideológicas que destruyen, pero no con las armas, sino con las ideas. Por lo tanto, es preciso defenderse de las colonizaciones ideológicas”.

En el viaje de regreso a Roma el Papa se refirió a un padre de familia francés quien al preguntar a su hijo qué quería ser, este le contestó: “Ser una niña”. Según el Papa, “el padre se dio cuenta entonces que en los libros de texto se enseñaba la teoría de género, lo que va contra la naturaleza de las cosas”.

No es la primera vez que el Papa advierte contra las “colonizaciones ideológicas”. En Filipinas en 2015, Francisco puso en guardia contra “la nueva colonización ideológica que trata de destruir la familia”.

“Dios ha creado al mundo así, y nosotros estamos haciendo lo contrario. Dios nos dio un estado inculto para que nosotros lo transformáramos en cultura; y después, con esta cultura, hacemos cosas que nos devuelven al estado inculto”.

Estas palabras han puesto a prueba la luna de miel de los activistas LGTB con el Papa del “¿quién soy yo para juzgar?”. Francisco ha demostrado con hechos que no excluye a estas personas, pero no transige con los intentos de imponer en la escuela, como si fueran conclusiones científicas, ideas peculiares de estos grupos sobre la sexualidad y el género.

También en la encíclica Laudato si se refería a la necesidad de respetar la “ecología humana”. La aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger y aceptar el mundo entero como regalo del Padre y casa común, mientras una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio sobre la creación. Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados, es esencial para una verdadera ecología humana.

Hay que recordar que la Iglesia propone pero no impone y que la moral cristiana no es algo añadido, que tome su origen en la enseñanza de los padres y maestros o de los imperativos de la sociedad, sino que tiene su origen en el ser mismo del hombre y de la mujer.

Su dependencia de Dios, teonomía, es la garantía de la verdadera autonomía. Dios no es el rival del hombre. Más aún: la presencia de Dios es la salvaguardia de su libertad, pues le libera del riesgo de caer en una heteronomía, en dependencia de las cambiantes demandas culturales de cada época como sucede en estos tiempos con la ideología de género.

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