Por Rafael Maria Molina Escondrillas

El incidente de Gerard Piqué a cuenta del infundado corte del remate de las mangas con los colores de España volvió a relucir las esencias de esta país más cainita que nunca. O conmigo o contra mí. No hay término medio en esta era informativa de la inmediatez y en un clima de tensión política en el que si no te das golpes de pecho abrazado a la bandera nacional eres sospechoso de alta traición.

Al margen de tratar el debate acerca del sentimiento nacional, el episodio revela las deficiencias que han traído las redes sociales a este periodismo de bufanda más presente que nunca en los medios, ávidos de clics que sólo los sirvientes a una causa son capaces de proporcionar. El periodismo ha perdido de vista su razón de ser con la aparición de las redes sociales.

Quiso acercarse tanto a su consumidor que ha terminado por igualarse a él, perdiendo de esta forma su utilidad. Algo que ya afirmaba Orfeo Suárez, redactor jefe de deportes en el diario El Mundo, en esta entrevista el pasado mes de febrero: “Antes el periodismo tenía mucho más claro los espacios en los que se desarrollaba. El papel de los periódicos, las ondas de la radio y la televisión. En la era digital, ya no sólo porque cualquiera puede tener un blog o ser periodista a pequeña escala, se ha distorsionado todo eso. Las redes sociales, como gran actor del nuevo mundo de la comunicación, ha hecho que se interactúe constantemente. Y ahí, en ese espacio, ahora interactúa en paralelo el aficionado con el periodista. Antes el lector era un simple consumidor y el periodista estaba de alguna forma por encima. Las redes sociales hacen que todos nos podamos poner en el mismo plano. Casillas contestando a un aficionado, y calentándose con él, y un periodista seguramente calentando a ambos. Pero todos en paralelo. Eso nos lleva a perder el equilibrio que antes teníamos y en este escenario podemos esperar cualquier cosa”.

La gente no espera que lo lea sea cierto sino que confirme las convicciones que previamente se tiene sobre un tema o un personaje determinado. Piqué hace tiempo que estaba condenado por parte de la opinión pública tras elevar a debate nacional su mofa sobre la fiesta de cumpleaños de Cristiano. Algo que si se entiende bien es un pique sano. Siempre sucedió entre dos rivalidades tan arraigadas como las de merengues y culés.

La verdad ha pasado a un lugar secundario en muchas ocasiones. Se impone la inmediatez y la afinidad a una causa. Prevalece el llamado periodismo ciudadano, a menudo sin ningún control ni verificación de esa información que la gente vierte en sus perfiles sociales sin más ánimo que el de ver arder el bosque. Los medios han dejado de crear opinión para en muchas ocasiones crear macarras sin orgullo y con el altavoz que proporcionan las redes sociales. ¿Cuál es el valor de una historia sin contrastar? El mismo que la estupidez, ninguno.

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