Por Gerardo Gonzalo Pérez

Hubo una época, a finales de los 80 principios de los 90, en la que Oliver Stone era el director norteamericano más interesante. Tristemente, tan gloriosa época ejerce un brutal contraste con su trayectoria en el presente siglo, en el que el cineasta ha oscilado entre glosar a personajes como Chávez o Castro, y a perpetrar variadas ficciones de escaso interés.

No obstante, tras tantos años de mediocridad, se vislumbraba en Snowden un proyecto muy propicio para el director, que además aquí contaba como punto de partida con un muy aclamado documental Citizenfour, que si bien atesora sobrado interés, también me pareció confuso y más cercano a un reportaje televisivo que a cine documental en mayúsculas, con lo cual la oportunidad de redondear y optimizar la historia era clara.

Pues bien, el amigo Stone lo tenía a huevo, pero ha vuelto a errar. Esto es triste, porque después de este film ya he dejado de albergar cualquier esperanza de que Oliver Stone nos ofrezca alguna obra maestra como lo fueron JFK o Platoon o al menos una obra notable como lo es la práctica totalidad de su filmografía del siglo pasado, pero es que da la impresión de haber perdido totalmente el pulso narrativo y su audacia visual. Yo personalmente ya ni le reconozco en sus últimas películas.

Con Snowden Stone toma una serie de decisiones, y todas son equivocadas. Podía haberse centrado (como tiende a hacer Citizenfour) en una apasionante historia de periodismo para sacar a la luz frente a todo tipo de presiones las revelaciones del protagonista, o podía haber optado por un thriller sobre la huida hacia adelante del protagonista y el poder político y militar acechando, o incluso podría haberse centrado en la evolución ideológica del personaje y su lucha entre sus principios y su país. Pues no, aquí el tema es que chico se enamora de chica, el chico es un pelín raro, trabaja en asuntos que no entendemos, tienen alguna crisis no muy virulenta, y de repente se va a Hong Kong, luego a Moscú, y la película se acaba... sin acabar, porque el tema con Snowden es que su historia aun no tiene punto final.

¿Y cómo rueda esto Stone? Pues de forma anodina, plana, sin emoción alguna y transitando en demasiadas ocasiones las corrientes de un aburrimiento, sólo compensado en parte con el objetivo interés que tiene la historia que describe.

Decepcionante, artificial, alargada en exceso, ni ofende, ni interesa, no provoca reacción alguna en el espectador. La historia real de Snowden la recordaré, la película, la habré olvidado en 48 horas.

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