Por Ignacio González Gugel
Este artículo no pretende dar una opinión sobre el personaje de Donald Trump. Al fin y al cabo, y a pesar de que leo a diario la prensa y escucho la radio para estar informado, aún no he leído nada mollar sobre el pensamiento de este señor, o de su contrincante.
Lo que conozco es la opinión de algunos medios y de muchos de sus miembros sobre lo que se define como populismo. A mi me pasa, que cuanto más oigo una palabra menos me la creo. De tan usada, la pobre se queda extenuada y falta de fuerza. Por la prensa se, que este personaje es el "peor candidato de la Historia".
Pero, no ignoro, que muchos de los que dan estas opiniones, simplemente se limitan a repetir como papagayos lo que es una consigna. Sin ir más lejos, esta mañana escuchaba argumentos en una emisora nacional de las que más audiencia tienen, y no he logrado salir de mis dudas. Sólo he oído ratificaciones a lo ya sabido.
De repente, la opinión pública se ha interesado por términos que se olvidarán en cuatro días, empezando por los caicus de Iowa (sic) -no se si se escribe así, ustedes me perdonarán- y terminando por los últimos sondeos de cara a las elecciones que tienen lugar mientras escribo esta opinión.
En la comida me han asaltado con el tema, y la verdad, he preferido diseccionar la renovación de Cristiano Ronaldo. Al fin y al cabo, me parece mucho más interesante ya que de fútbol algo sé y de la política estadounidense conozco lo mismo que de física cuántica.
Lo que si sé, es que la forma de pensar de un estadounidense y un español se parecen lo que una pera a una castaña.
Es por todo esto que yo llego a la conclusión de que si el americano vota por Trump (o por Hillary Clinton) lo hará por alguna razón, y que un español, tan apegado a su terruño, a su familia, a su papá estado, no está preparado para entender la vida política de aquel país.
No puedo dejar pasar la ocasión de afear la conducta de aquellos que intentan entender la opinión de aquel que no piensa como él sólo para demostrarse a sí mismo que está en posesión de la verdad. Cada uno vota lo que quiere (y dentro de las opciones que tiene). Lo demás se consigue predicando con el ejemplo.