Los pactos de gobierno

El actor francés Fyodor Chaliapin y George Robey en su película Don Quijote.

Por Juantxu Gomeza

Algunos tenemos esa manía de leer todo lo que nos encontramos. Ya le sucedía a Cervantes, que recordaba en los comienzos del Quijote que era aficionado a leer, aunque fueran los papeles rotos de las calles, y así, en el Alcaná de Toledo, pudo conocer la historia del ingenioso caballero.

Yo no he tenido esa suerte y los papeles que leo, no ya caídos en el suelo, sino colgados de una página de Internet, en formato PDF, no contienen historias de tanto interés; ni siquiera están bien escritas, su estilo es torpe y contiene poco ingenio y muchos lugares comunes. Y es que se anunciaba hace escasos días que PNV y PSE habían alcanzado un acuerdo para formar gobierno de coalición y, como sucede en los últimos tiempos, la fumata blanca del acuerdo no es un humo blanco sobre el cielo prístino de San Pedro sino ese PDF que mencionaba antes. Ya sucedió con el acuerdo entre PP y Ciudadanos en agosto. También cometí el error de abrirlo y leerlo como aprendí a leer en la Universidad, de esa manera que llaman transversal, que es escudriñarlo desde lo alto y saltar los párrafos de dos en dos, tratando de arrancar esa sustancia que a veces anida en la literatura, que es el ingenio o la novedad.

Confesaré que tanto en el pacto de Ciudadanos y PP como en este último, de partidos vascos, el lenguaje era el mismo, como si un mismo autor firmara todos los pactos de la política española y editara siempre el mismo PDF y fuera así cada pacto la transformación del mismo con retazos de otros, con piezas intercambiables.

Hay otros textos en los últimos meses que de pronto se han abierto a la plaza pública por medio del PDF: lo hizo Podemos en febrero ofreciendo su Carta, como podría ser la que San Pablo dirigió a los Corintios, o el de Compromís, que en tiempo de descuento de la anterior legislatura ofreció también su Acuerdo del Prado. Y mi ordenador los abrió todos y los leí de la misma manera, que es sin leerlos, casi a vuelo de aguilucho, oteando esas palabras clave que se cuelan en todo PDF político del momento presente: políticas (así, en plural), pluralidad, violencia de género, transexualidad…

Lo malo de leer a vuelapluma es que al final no hay un conocimiento pleno del asunto y se pierden mil detalles, pero confesaré que no encuentro mejor opción y que perder el tiempo en ese lenguaje críptico, de prosa aburrida y leguleya, cuyo único mérito es ordenar las oraciones con la oportuna coma, pero sin otro orden ni espíritu que el de la acumulación de materias, esa pérdida de tiempo y humor es una tarea plomiza y cruel que excede de lo que cabe pedir a un lector de prensa digital.

Puede decirse que quien ha leído un PDF de un pacto político los ha leído todos y confesaré que es verdad. En este de nueva hornada, el pacto vasco, se habla de la bisexualidad y creo recordar lo mismo en el suscrito por el PP y Ciudadanos en agosto, con lo que de ser uno bisexual podría estar orgullosísimo de estar en todos los pactos. Y es que lo cierto es que siguen patrones y modas; se podría decir que atienden a preocupaciones del momento y las del momento actual son las siguientes: las migraciones, el cambio climático, la violencia de género y otras que surgen en un momento y se incorporan al pacto. Y serán luego, en los pactos sucesivos, un lugar común que no podrá evitarse, con lo que en cierta manera puede hablarse de ingenio y originalidad en esos políticos de mesa camilla: inventan como pudo hacerlo madame Curie, acaso pronto una nueva fiscalidad o la discriminación positiva de los jóvenes frente a los cincuentones.

Los pactos que suben al cielo de la web, con ese formato que tanto se parece a la página sepia del libro, habrán de ser examinados algún día en las tesis de nuestras facultades. En las de Políticas y, por qué no, en las de Filología, porque su lengua es la peor de las lenguas, aunque con pretensiones de permanencia y elegancia, si bien sin renunciar a cierta sencillez fingida y afectada, pero siempre es la misma neolengua de palabrejas comunes, de mundos soñados. Su estructura comienza con una declaración, al modo de We the people of the United States o la de la Pepa, de 1812, o de la Declaración de los Derechos de 1789, que es el origen de todo esto. Y después de los principios (o valores, como se diría ahora) comienzan los pactos melifluos, que permitirán al gobernante seguir un guion tan difuso que le autorizará hacer una cosa y la contraria.

¿Nuevos pactos en la prensa? Descarguen el PDF, que yo ya me aburro con su lectura y prometo no leer ningún otro. Quizás suprima de mi ordenador el Acrobat Reader pero, por mucho que yo haga, el pacto se publicará y pervivirá ajeno a mi deseo, aunque las páginas que produzcan no se parezcan en nada a las de Cide Hamete Benengeli que Cervantes dice encontrar en el Alcaná de Toledo. El creó con ello el Quijote y yo, con este nuevo pacto político y su excrecencia literaria, apenas otra cosa que este breve artículo que, por no leer ningún otro pacto, prometo no continuar jamás.