Aborto: arrepentimiento sincero, misericordia infinita

Francisco pide la absolución a las mujeres que aborten. Tiziana Fabi Reuters

Por Pedro Peral

Al concluir el pasado domingo el Año de la Misericordia, el Papa Francisco ha publicado la Carta Apostólica Misericordia et Misera, con recomendaciones para vivir los sacramentos, la Palabra de Dios y la liturgia desde la misericordia, vivificar la alegría en la vida cristiana y profundizar en las obras de la caridad.

El título de la carta está tomado de san Agustín, que en su comentario al pasaje del perdón a la adúltera lo describe como el encuentro entre la misericordia (Jesús) y la miserable (la mujer). Terminado el Año Santo, Francisco señala que “la misericordia no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia, sino que constituye su misma existencia, que manifiesta y hace tangible la verdad profunda del Evangelio”.

Por medio de los sacramentos se actualiza constantemente el don de la misericordia divina. “La celebración de la misericordia tiene lugar de modo especial en el Sacramento de la Reconciliación”.

El Papa prolonga a todos los sacerdotes “la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado de aborto”, concedida para el periodo jubilar. “Quiero enfatizar con todas mis fuerzas que el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida humana inocente. Con la misma fuerza, sin embargo, puedo y debo afirmar que no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde encuentra un corazón arrepentido que pide reconciliarse con el Padre”.

Destaca la importancia de que llegue una palabra de gran consuelo a las familias en crisis. “La belleza de la familia permanece inmutable, a pesar de numerosas sombras y propuestas alternativas”. A la vez, se ha de reconocer “la complejidad de la realidad familiar actual”. Ante esto, “la experiencia de la misericordia nos hace capaces de mirar todas las dificultades humanas con la actitud del amor de Dios, que no se cansa de acoger y acompañar”.

“Las obras de misericordia siguen haciendo visible la bondad de Dios”. Es necesario practicarlas con creatividad: “dejar paso a la fantasía de la misericordia para dar vida a tantas iniciativas nuevas, fruto de la gracia”.

Su vigencia permanente se renueva ante las necesidades de cada época. “No tener trabajo y no recibir un salario justo; no tener una casa o una tierra donde habitar; ser discriminados por la fe, la raza, la condición social…: estas, y muchas otras, son situaciones que atentan contra la dignidad de la persona, frente a las cuales la acción misericordiosa de los cristianos responde ante todo con la vigilancia y la solidaridad”.

Al final de la Carta apostólica, el Papa comunica otra iniciativa: “Como otro signo concreto de este Año Santo extraordinario, se debe celebrar la Jornada Mundial de los Pobres” en el XXXIII Domingo del Tiempo. Será la preparación más adecuada para vivir la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el cual se ha identificado con los pequeños y los pobres, y nos juzgará a partir de las obras de misericordia. Será una Jornada que ayudará a las comunidades y a cada bautizado a reflexionar cómo la pobreza está en el corazón del Evangelio y sobre el hecho que, mientras Lázaro esté echado a la puerta de nuestra casa no podrá haber justicia ni paz social. Esta Jornada constituirá también una genuina forma de nueva evangelización con la que se renueve el rostro de la Iglesia en su acción perenne de conversión pastoral, para ser testimonio de la misericordia.