Durante más de cuarenta años he sido lector diario de el periódico El País, los últimos veinte como suscriptor, teniendo la sensación de que soy uno de los últimos fieles acostumbrados a acompañar el momento del desayuno con el hábito de leer noticias en soporte papel, hoy ya una rara especie en camino de extinción.

El cuatro de mayo de 1976 ya compré el primer número editado con esa cabecera, bajo la cual se autocalificaba, orgullosamente, como independiente, y durante años el hecho de llevar un ejemplar de El País bajo el brazo supuso formar parte de los sueños de cambio de los españoles, o al menos a sentirse como tal.

Con el paso del tiempo esa sensación de frescura y de articular un sentimiento social mayoritario fue desapareciendo; UCD quedó superada por la historia, Suárez se enfrentó a sus límites máximos, llegaron los hechos, aún no conocidos al 100%, del 23-F; se sucedieron los gobiernos de Felipe Gonzalez, llegó Aznar y la milagrosa ascensión al poder político de Rodriguez Zapatero, cuyas consecuencias sirvieron para que Rajoy instaurara el marianismo.

Hoy, a diciembre de 2016, cuarenta años después de empezar a leer El País, no me veo representado en él, ni en su línea editorial, ni en sus contenidos, ni en sus formas de hacer.

Un periódico, y cualquier medio de prensa, debería informar de lo que ocurre, siendo admisible una ubicación social y un cierto prisma en su tratamiento, pero el espacio que durante años ocupó El País ya no es tal; pareciendo haber asumido un rol activo en quitar o poner líderes, excesivamente sumiso con los poderes económicos y convirtiéndose más en un lobby de presión que en un medio de prensa.

Así que esta carta que hago pública, tiene cómo destinatario a El País y por extensión al Grupo Prisa, a cuya sede la haré llegar en soporte papel y también a través de vía telemática, comunicándoles mi deseo de cesar como suscriptor, y lector, de su periódico, no sin antes aprovechar la oportunidad para remarcarles algunas otras cuestiones, quizás menores, pero que también me han alejado de esa casa.

Y de esas otras cuestiones no son excepción las reiteradas apariciones en prensa que está haciendo Juan Luis Cebrián, tan reveladoras en sus palabras y en su comunicación no verbal, que lo mejor que podría haber hecho es evitarlas, no habiendo conseguido desmentir nada de lo que circula sobre él, sea sobre los papeles de Panamá, los 13 millones de euros que llegó a ingresar en salarios mientras aplicaba un ERE en las empresas que dirigía, el supuesto regalo del iraní Massoud Zandi a través de un importante paquete de acciones de la petrolera Star Petroleum, con capital en el paraíso fiscal de Seychelles, o las incongruencias que reconoció tener, a veces tratado con su confesor y otras veces con su psiquiatra o su psicólogo.

Al margen de lector y suscriptor de El País he participado con cierta asiduidad en su sección de cartas al director, especialmente en la fase en que admitían contenidos de hasta 200 palabras, ahora reducidas a la mitad y que, no se sabe bien por qué, han decidido impedir que puedan ser compartidas en redes sociales al ser publicadas, quizás ésto como consecuencia de un cierto corporativismo mal entendido.

Dificultad ésta, la de compartir contenidos, que es reiterada en ciertas publicaciones o suplementos como Buenavida, Ideas u otros similares, hasta llegar a ser imposible hacerlo.

El País es hoy un pálido cadáver de lo que una vez fue, mientras en su consejo asesor se sienta Felipe González, y HSBC, Banco de Santander o La Caixa son accionistas de referencia, aún sin llegar al nivel, en su capital, del 12% que ostenta Telefónica.

Seguramente todo se resume en un cambio de perspectivas, derivado de unos intereses determinados. A lo que no será ajeno que serían necesarios 303 años de beneficios del Grupo Prisa, al nivel de los obtenidos en 2015 -5,5 millones de euros-, para amortizar la deuda total de dicho grupo, situada en 1.659 MM euros.

Decía George Orwell que "periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques", y esta norma hace demasiado tiempo que ha sido abandonada por El País.

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