El grupo parlamentario Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea, presentó el pasado miércoles una Proposición de Ley Orgánica (PLO), que recoge con detalle cómo sería esta práctica si el Parlamento diera el visto bueno a su aprobación. 

En el futuro que vislumbra Unidos Podemos una persona residente en España que padezca una enfermedad terminal o que le provoque sufrimientos físicos o psíquicos que considere intolerables podrá finalizar su vida con la asistencia de un médico.

Según explicó a EL ESPAÑOL Javier Padilla, médico de familia y asesor de la portavoz de Sanidad del grupo, Marta Sibina, la propuesta se ha elaborado por dieciséis personas de distintos ámbitos -desde el Derecho a la Bioética- durante dos meses y el resultado ha sido "tremendamente garantista".

La demanda de eutanasia se hará por escrito y se firmará en presencia del médico responsable y deberá quedar archivada en la historia clínica del paciente. Dos médicos tendrán que autorizar la eutanasia: el que la practique y un consultor independiente "competente en el ámbito de las patologías padecidas por el paciente", que tendrá que realizar un informe.

La Ley recoge también la objeción de conciencia, aunque ésta nunca podrá limitar el derecho de la persona a recibirla.

En el escenario actual de la política, no sé que es más sorprendente: si la habilidad de la izquierda española para lanzar a la opinión pública cortinas de humo que distraigan al personal de los graves problemas partidarios que padecen o la sagaz manipulación del léxico para dar la vuelta a los conceptos.

Resulta indispensable acotar los conceptos, pues estamos ante cuestiones tan decisivas como las concernientes a la vida y la muerte. Por ello, recordemos, con la doctrina más solvente y generalizada, que eutanasia es “la acción u omisión, por parte del médico u otra persona, con intención de provocar la muerte del paciente terminal o altamente dependiente, por compasión y para evitarle todo dolor”. Entre otros conceptos importantes sobre esta materia, tenemos el igualmente rechazable “ensañamiento terapéutico”, cuando se aplican tratamientos inútiles o, sin son útiles, desproporcionados para el resultado que se espera de ellos.

Hay que matizar que “matar o ayudar a matarse”, acciones moralmente reprobables, no es lo mismo éticamente que “dejar morir”, cuando no hay terapia y el estado del paciente es irreversible. En ese sentido, suspender un tratamiento calificado como fútil en situaciones carentes de expectativas terapéuticas no supone eutanasia, siempre que se cuente con el consentimiento informado válido del paciente o de sus representantes legales.

De la dignidad intrínseca e inviolable del ser humano, germina el derecho irrenunciable de todos a la vida, siendo deber inexcusable del Estado protegerla y cuidarla, incluso cuando la persona, su titular, parezca no darle valor.

Es muy saludable e ilustrativo recordar que muchos ancianos de los Países Bajos están viajando a otros países para vivir allí sus últimos días. En la ciudad alemana de Bolcholt, fronteriza con Holanda, ha llamado la atención la creciente llegada de adultos mayores holandeses, temerosos de que les hagan morir “dignamente” a pesar de que la ley holandesa sólo puede practicarse a expresa y repetida petición del paciente.

Lo dicho: ni eutanasia ni encarnecimiento terapéutico. Muerte digna, muerte natural.

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