REFLEXIONES

Y si Dios fuera Mujer

Una reinterpretación de La Última Cena en femenino. CC

Si nos preguntáramos a qué época pertenece una ley que establece como cabeza de familia al marido, otorgándole una serie de prebendas que entre otras incluían el deber de obediencia al marido, quizás a algunos nos sorprendería que ha estado en vigor hasta hace tan solo cuarenta y dos años, en nuestra bendita tierra.

Es sólo una muestra más de la situación de desigualdad por la que atraviesa la mujer, tanto en nuestro país como en el resto del mundo, estimándose que una de cada tres mujeres han sufrido Valencia física y/o sexual por parte de su pareja. Lo más preocupante es que cuando nos exponemos a la violencia de manera sistemática, terminamos por desensibilizarnos.

Lamentablemente las estadísticas siguen golpeando a aquellas conciencias que quieren ver la lacra que supone la violencia de género, a pesar que hay quien se atreve a alzar la voz y cuestionar esta tremenda situación. Fue Simone de Beauvoir quien afirmó que “el problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres” y debemos de concluir que los hombres somos la causa de esta lacra. Pero si verdaderamente queremos cambiar esta situación en la sociedad, tendremos que recurrir a la educación y necesariamente dejarla de ver cómo un gasto sino como una inversión, así evitaremos castigar una vez producido el daño. Porque a fin de cuentas, en cuestiones de violencia siempre es la sociedad la víctima.

Es necesario la educación en cuestiones de género, la eliminación de micromachismos que son tan cotidianos que no deparamos en ellos pero que solapadamente fijan en nuestras mentes ideas que perpetuarán todo tipo de desigualdades. Las mujeres siguen teniendo poca representación en los puestos directivos, ya sea en la administración pública, en el sector privado o incluso en el mundo académico y así se sigue haciendo política de “hombres”. Quizás todo esto no hubiera ocurrido si Dios hubiera sido mujer.