Mi abuelo era uno de los clientes del bufete de abogados laboralistas de la calle Atocha nº 55, que sufrió, en el año 1977, el atentado que marcó el inicio de la transición española. Durante su niñez, su padre había cambiado su vida en un pueblo de Toledo, su pasado y su hacienda, por un futuro en la urbe, y el barrio de Embajadores, como a tantos otros inmigrantes interiores y exteriores, acogió sus sueños; pero el 24 de enero de ese año su historia cambió para siempre, como consecuencia de los hechos históricos conocidos como la matanza de Atocha.

Su habilidad para la mecánica, y su paciencia, le llevaron a conseguir una plaza de funcionario en el Ayuntamiento, para ser el chofer de la banda municipal de Madrid dirigida entonces por el maestro Villa. SIn embargo, lo que ganaba no le permitía contratar a un despacho de abogados que defendiera su reclamación sobre la propiedad de los bienes que fueron de su padre, los cuales acabaron matriculados a nombre de la Iglesia, a través del Arzobispado de Toledo. Esa fue la razón para que acudiera a ese despacho laboralista, asumiendo que una cuarta parte de la herencia reclamada, en caso de éxito, sería la remuneración de los letrados.

La noche del 24 de enero de 1977, en los hechos conocidos como la matanza de Atocha, unos pistoleros de extrema derecha asesinaron a cinco abogados laboralistas e hirieron a varios más, desatando la serie de manifestaciones más importantes que se recuerdan de la ciudadanía española, las cuales precipitaron toda una serie de reformas (legalización del PCE, proceso constituyente, etc…).

Mi abuelo perdió el hilo conductor que le unía a sus sueños para su descendencia, y cuatro décadas después, la derecha española, que no apoyó la Constitución de todos, volvió a desmontar los derechos laborales garantizados a los trabajadores desde mitad de los años 50 del siglo pasado, a través de una reforma laboral injusta que atentó contra la necesaria protección al factor de producción del trabajo.

La vida sigue como siempre; en aparente cambio continuo, para que nada cambie; y cada uno de nosotros, más allá de las eventualidades vinculadas a momentos concretos, debemos ser conscientes de que, y de quienes, formamos parte, aplicando la célebre cita de Platón: "Todo lo que nace proviene, necesariamente, de una causa, pues sin causa nada puede tener un origen."

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