LA CRISIS DEL PERIODISMO TRAIDICIONAL

'El País' se hunde

Ejemplares de El País.

Ejemplares de El País.

  1. Opinión

No fue la crisis económica, ni la irrupción de los medios digitales. El factor que determinó que la prensa española dejará de vender periódicos y llegara a la escalofriante cifra de 103,739 ejemplares que hoy vende El País, y el resto por debajo de los 70.000 ejemplares, fue la falta de credibilidad.

A mediados de los ochenta, los directores de periódicos y revistas, salvo honrosas excepciones, habían mutado en juglares del poder jugando en campo ajeno a esconder, tapar o filtrar todo aquello que revelara que el Estado ya olía a podrido. Pasamos en esa década de una dictadura en donde el periodismo se hacía entre líneas sorteando a la censura franquista, a una modélica Transición que se ocupó de colocar títeres al frente de los medios, y así nos fue. Pinochos de nariz afilada cuyos hilos invisibles se movían desde Moncloa o Zarzuela  bajo el sagrado espíritu de proteger la incipiente democracia. ¡Con dos...!

Y digo yo, ¿qué hay de honor en proteger las miserias de un rey o los crímenes de Estado?

-Sabino, le confirmo que el reportaje del yate de su majestad no se publicará. Este usted tranquilo y mis saludos a su Majestad.

-Ministro, te paso la entrevista con Amedo y ya me dices…. 

Hay editoriales y revistas llenas de colores en cuyos cajones se cuenta hay escondidos secretos insondables. Quizás asaltándolos como si se tratase de La Bastilla descubriríamos una verdad  que -les confirmo- poco o nada tendría que ver con la que los medios nos han contado desde 1975, pero tendríamos la obligación de guillotinar a los responsables y reescribir la historia, y hoy no se me ocurre nadie para ello. Ni para guillotinar ni para reescribir. Comisarios en lugar de periodistas tenía como daño colateral que el lector terminase por percibir el engaño y llevarnos a todo un gremio a la ruina. Supongo que en aquellos días ninguno de ellos pensó que el futuro terminaría descubriéndoles antes de estar bien muertos. 

Hoy premiar con publicidad institucional o la de las grandes compañías con intereses públicos a estos medios minoritarios y excluir a quienes no son afines y tienen más audiencia es un delito.

Un país que teme a la prensa es un país podrido, y un líder que reniega de ella como ahora lo hace Trump,  o como lo ha venido haciendo Rajoy con El Mundo y ahora con El Español y otros medios digitales da miedo.

La crisis de la prensa escrita comenzó a finales de los ochenta. Por entonces Ansón necesitaba regalar sopas de gallina para vender el ABC y Oneto películas semanales para subir las ventas de Tiempo. En lugar de información lo que hacía vender periódicos y revistas eran las películas, gafas, toallas, bronceadores, o trozos del muro de Berlín. El contenido pasaba a segundo término porque lo que arrastraba al lector era el regalo. Fueron los años dorados en donde a los juglares se le premiaba -como hoy- con formar parte del selecto grupo de tertulianos de la radio o de la televisión pública y con suerte algún cargo institucional.  Fue la antesala del drama, de la muerte.