Un conocido y veterano empresario de hoy fue nombrado allá por los años 60, director general de Empleo. El entonces jefe del Estado, Francisco Franco, tenía por costumbre conocer personalmente a los cargos nombrados por decreto.

El recién nombrado director general había preparado con especial cuidado el encuentro. Expresó sus opiniones, en términos muy generales sobre las perspectivas de la economía, el Plan de Desarrollo, la recuperación de los emigrantes… y aventuró pronunciarse sobre un tema delicado: el de la necesidad de flexibilizar los criterios de despido en las empresas en crisis. Franco atendió los argumentos a favor de una política de esta índole para preservar la vida de las empresas en dificultades, pero expresó con claridad que: “El Estado no puede permitir que se desvanezca la política de pleno empleo y que es obligación del Estado asumir la responsabilidad del empleo”.

El hoy ya veterano empresario, quedó impactado por la preocupación y sentido social del general Franco.

Así hasta el año 2010, la legislación laboral cuidaba muy mucho este extremo. Es decir, no descargar solo sobre el trabajador la responsabilidad de una marcha mala de la empresa. Pero con la reforma laboral llevada a cabo ese año por el PSOE y posteriormente modificada en 2012 por el PP, nos encontramos ante una legislación permisiva que vuelca en el trabajador toda la responsabilidad de la marcha empresarial. Reformas que por cierto han llevado a una notable bajada de salarios y a una evidente precariedad en la contratación de los jóvenes que se incorporan al mundo laboral. Lo contrario de lo que necesitamos para de verdad impulsar la economía y con ello el bienestar social de todos.

Tras la reforma laboral de 2012 se flexibilizó tanto la presentación de un ERE (Expediente de Regulación de Empleo) que hoy se ha convertido en la herramienta más fácil y utilizada para despedir personal con el mínimo coste. Ya no se requiere de autorización administrativa ni tan siquiera de un acuerdo con los representantes de los trabajadores. En caso de conflicto deciden los tribunales.

Como los argumentos admitidos hoy, tanto económicos como técnicos u organizativos son tan amplios, por ejemplo, basta con que el nivel de ingresos esté disminuyendo con persistencia, es decir si durante tres trimestres consecutivos, el total de ingresos ordinarios o de ventas producidas en cada trimestre es inferior al que se registró en el mismo trimestre del año anterior, el ERE puede ser viable. Si además tenemos en cuenta que la indemnización a los trabajadores se limita a 20 días por año trabajado con el máximo de una anualidad. Blanco y en botella.

Que un ERE no arregla nunca el problema de fondo, también es un hecho constatable. Es más, creo que lo agudiza. La plantilla no afectada adopta un cierto resquemor y desconfianza con la dirección, que por cierto normalmente nunca se ve afectada de forma notable por esos despidos colectivos. Actitudes estas que llevan a la empresa a no contar con una plantilla realmente comprometida y motivada.

Si una empresa no obtiene rentabilidad en su actividad ordinaria debe de mirar más dónde está la causa, que acudir al recetario fácil de la regulación. Está obligada a descubrir y solucionar cual es la verdadera causa del problema. Y si el EBITDA no se ha resentido o incluso ha mejorado, la presentación de un ERE es un verdadero fraude de ley.

Que baje la cifra de ventas por causas externas, falta de demanda, no implica que baje la rentabilidad operacional o de explotación. Y si esta baja es que el problema es otro. Pero normalmente se obvia la verdadera causa y se recurre al manido ERE.

Concluyendo. En España para mejorar nuestra productividad y en consecuencia la rentabilidad de los negocios, necesitamos implicar al empleado en el proceso, hacerle partícipe del negocio, establecer una complicidad con él, teniendo para ello direcciones comprometidas y fijando objetivos claros y medibles a todos los trabajadores. Entonces sí estaremos en la senda del crecimiento y la rentabilidad. Hay que dar al trabajo el valor que tiene, si no uno se encuentra con una plantilla desmotivada y poco proclive al esfuerzo personal que toda actividad requiere.

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