Crítica teatral de 'El Cartógrafo', programada en 'Las naves del Español' en 'Matadero' de Madrid, sobre guión original, y dirección, de Juan Mayorga, protagonizada por Blanca Portillo y José Luis García-Pérez.

Un espacio más desnudo que vacío, con escasos elementos (algunas sillas, una mesa, un viejo mueble, etc..) dominado por el color negro, sobre el que destacan las ropajes enrojecidos, con los que aparecen en escena Blanca Portillo y José Luis García-Pérez, mientras el público termina de acomodarse y ellos enmarcan un espacio, con líneas blancas, sobre el oscuro suelo, sin que los espectadores parezcan perturbarse, ni cesar en su conversaciones, hasta que la luz se apaga y todos los asistentes son conscientes que el espectáculo va comenzar, ¿qué sería diferente si esas líneas blancas ya estuvieran trazadas cuando los actores saltan a escena?, es evidente que se trata de una alegoría sobre las líneas, que en cartografía, acotan los espacios; aceptada queda.

Estos dos actores son los encargados por Juan Mayorga del reto de representar doce personajes, sobre Varsovia, a través de su propio texto original, basado en una conocida leyenda, según la cual un anciano cartógrafo, limitado físicamente, sin posibilidad de moverse de su casa, fué capaz de confeccionar el mapa del gueto de Varsovia (de ahí el subtitulo de la obra Varsovia: 1:400.000, utilizando la referencia a los cuatrocientos mil judíos enclaustrados en un limitadísimo espacio), con la única ayuda de su nieta, una niña pequeña, que, cada día, salía a la calle a captar los detalles que serían incluidos por su abuelo en esa mapa, utilizando como única herramienta la medida de sus propios pasos y su curiosidad.

En el texto de Juan Mayorga lo único que es fijo, estable, perdurable… es Varsovia, pero la trama y los personajes a través de los que se nos muestra van y vienen, adelante y atrás, ahora en la contemporaneidad y al segundo siguiente en plena II Guerra Mundial; ahora en la reconstruida capital polaca, para a continuación vernos inmersos en el hedor sofocante del gueto en 1942; haciéndolo a través de doce personajes, desde hombres y mujeres jóvenes, a una niña, una mujer de edad avanzada o un anciano, que representan todo un caleidoscopio social; José Luis García-Pérez recrea nueve distintos papeles (Raúl, Samuel, anciano, Marek, Magnar, Tarwid, Molak, Dubowski y Darko), mientras que Blanca Portillo recrea a Blanca, la niña y Deborah.

Blanca, personaje español, contemporáneo, pareja de un funcionario de la embajada de España en Varsovia, empieza a pasear por la ciudad hasta que unas viejas fotos, en una exposición, le hacen perseguir las pistas del abuelo y la niña protagonistas de la leyenda de El cartógrafo y entonces la búsqueda comienza, la búsqueda del mapa y la búsqueda en el interior de su propia persona.

Blanca Portillo vuelve a demostrar su capacidad actoral, pasando de los registros del personaje de Blanca, al de la niña o al de Deborah, de una a la otra, y de aquella a ésta, con una naturalidad sorprendente, si bien sin llegar a los registros que pudimos disfrutar de ella en El testamento de María”, en cualquier caso su prestación es más que notable.

José Luis García-Pérez tiende a sentirse algo fagocitado por su compañera sobre las tablas, aunque sus nueve personajes son sacados adelante más que dignamente, personalmente encuentro que cuando recrea al personaje del anciano, es algo exagerado su andar con el tronco inclinado, hacia adelante, prácticamente, en noventa grados.

La dirección de Juan Mayorga es minimalista, utilizando los elementos justos, dando todo el espacio a la expresión de sus dos actores, lo cual considero acertado; si bien la duración del espectáculo, 2h05’ puede ser excesiva para lo que se plantea ante los espectadores, utilizando dos recursos de última hora para incidir en la carga dramática, que considero no aportan nada imprescindible a la trama, como son la muerte de la hija de Blanca y la brusca negativa de Deborah, ante Blanca, de que ella no era la niña de la leyenda.

La historia que nos plantea Juan Mayorga es una bonita metáfora sobre que “el mapa no es el territorio”, parafraseando a Alfred Korzybski, que parte de un cuento que nos sintetiza el personaje de Marek: “…érase una vez en el gueto. Mientras todo moría a su alrededor, un viejo se empeñó en dibujar un mapa. Pero como sus piernas no lo sostenían, como no podía ir a buscar lo que necesitaba, pidió a una niña que lo hiciera por él”.

Las expectativas con las que nos aproximamos a El Cartógrafo eran muy altas, tanto por Juan Mayorga, como por Blanca Portillo, como por José Luis García-Pérez y por el gran equipo técnico del que se acompañan (con Juan Gómez Cornejo, entre otros), el resultado es notable, pero sin alcanzar la excelencia, y la exigente crítica es el tributo de los grandes que siempre habitaron nuestra escena.

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