Opinión

Soy el novio de la muerte

La bandera española ondea a media asta en el Congreso.

La bandera española ondea a media asta en el Congreso.

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Que artificio ha permitido que en escasos 40 años –los que nos separan de la muerte del dictador– el sentimiento nacional se haya difuminado hasta el extremo de que el desprecio a la Nación, a la bandera, al ejército, a las instituciones y a la Iglesia de Roma estén bien vistos. –¡Es progresismo!, escucho decir a los más jóvenes. –Todo es una puta mentira…

Lo antiespañol ha vuelto a estar tan de moda en esta pasada Semana Santa que acojona. Lo gritaba el bello Sánchez, su socio Iglesias y los líderes nacionalistas periféricos de esta España invertebrada e incapaz de vivir en paz que ahora sueña con dividirse . El drama es que aun hay quien les cree.

Es verdad, España es un país laico porque así lo refleja la Constitución del 78, la misma que nos impuso a Don Juan Carlos sin necesidad de pasar por un referéndum…Dice la izquierda que el Ejército no debe asistir a actos católicos, ni la Legión cantar el “novio de la muerte” por la calle Larios, ni bajar las banderas a media asta por la muerte de Cristo aunque se lleve haciendo quinientos o mil años. Por ellos borraríamos la historia de España; esa que no quieren recordar. La que va del 17 de Julio de 1936 al 20 de Noviembre de 1975 y con ello las tradiciones y el callejero, las iglesias. –En esto ultimo tienen probada experiencia– y con ello, todo lo que apeste a “facha”. Termino con el que definen a todo aquel que presume de ser español y entre otras muchas virtudes acepta que la roja y gualda sea su bandera y no la que círcustancialmente impuso la II República en 1931, esa que el alcalde comunista de Cádiz y otros “demócratas” izan en su ciudad cuando les llega un incomprensible ataque de nostalgia republicana.

Dicen los radicales y la alcaldesa Colau en Barcelona, que el lugar del ejercito son los cuarteles. Continúan sin entender cual es el papel que concede la Constitución de 1978 a las Fuerzas Armadas. Estoy convencido que hay en su genética alergia al caqui y miedo a que cualquier día el ejército repita la historia que no quieren recordar, que no se atreven a contar… Ninguno de estos jóvenes progresistas vivió el levantamiento militar del treinta y seis, pero hablan como si el hoy aun fuera el ayer. Cuanto rencor acumulado y cuanta mentira sobreseída soportada con estoicismo de títeres.

40 años hablando de una República robada, que solo ellos derribaron, de una guerra civil que solo ellos perdieron, y de una memoria histórica por ellos mil veces traicionada. ¡Y muchos, durante años les creímos!

Han contado para ello con una cohorte de “ intelectuales” a los que jamas escuché hablar sobre la situación a la que llevaron al país antes del levantamiento militar de Mola, ni del amaño de las elecciones que dieron la victoria en el 36 a su añorado Frente Popular. Una izquierda que ha sacrificado dos generaciones sin arrepentimiento, y con la osadía de definirse hoy como progresista; como si progresismo e izquierda en España no fuesen en sí una contradicción. Un binomio de apariencia irresoluble que se resuelve leyendo historia.