Este fin de semana se han librado en Colonia (Alemania) dos batallas. Una en la calle con 10.000 manifestantes pacíficos y otra en el 6° congreso del partido de extrema derecha AFD (Alternativa para Alemania). Los de fuera se manifestaban contra 616 delegados de ese partido atrincherados en el hotel Maritim y a la vez protegidos por 4.000 policías. La otra en el partido en busca de sus cabezas de lista para las próximas elecciones generales de septiembre.

En la batalla del partido ha perdido Frauke Petry una de sus políticas más mediáticas y abanderada de políticas menos radicales y más reales. El radicalismo ha ganado la batalla con Alexander Gauland y Alice Weidel como cabezas de lista.

Con la elección de estos dos nuevos cabezas de lista, se demuestra que el partido se radicaliza y que en su programa político el populismo campa a sus anchas.

En este congreso han hablado alto y claro sobre su ideario. Quieren frenar la entrada masiva de refugiados, no quieren que se siga extendiendo una sociedad musulmana paralela y cerrada, quieren prohibir el velo islámico, las mezquitas y la importación de carne halal y quieren expulsar a los extranjeros con doble nacionalidad con antecedentes penales, en una palabra quieren hacerle la vida a los musulmanes lo más difícil posible para así forzar su salida voluntaria del país, aunque también amenazan con echar 200.000 asilantes por año. La salida del euro es otro de los proyectos en su programa político.

¿Qué está pasando en Alemania para que un partido extremista de derechas esté poniendo en peligro la estabilidad democrática? El motivo no es otro que las políticas de puertas abierta a los refugiados de la canciller Angela Merkel y su gobierno. Muchos no ven con simpatía estas políticas de bienvenida y quieren frenarlas votando a la extrema derecha.

El partido AFD fue fundado en 2013 y desde entonces ha estado subiendo como la espuma. Todavía no tiene representación en el Parlamento Nacional, pero si en los regionales donde han logrado incluso llegar hasta un 15% de representación.

En las encuestas subían y subían pero con declaraciones racistas y xenófobas de sus líderes han pegado un frenado. En este país escuecen y mucho declaraciones antisemitas como decir que el monumento al Holocausto, construido en Berlín “es una vergüenza” o que el judaísmo es el “enemigo interno de Alemania”. Semejantes sentencias han hecho que pasen del 15% al 7% en intención de voto. Aun así, por primera vez desde el final de la Guerra un partido de extrema derecha se encamina a formar parte del Bundestag (parlamento alemán).

Mordisquear muchos votos del partido de la canciller Angela Merkel es su meta. Estos desencantados e incluso furiosos votantes quieren un cambio real de políticas. Las urnas hablarán en septiembre y dirán si sus cálculos son reales o pura ficción.

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