Opinión

La madre que parió una bomba

Un avión ruso lanza bombas sobre Siria.

Un avión ruso lanza bombas sobre Siria. Reuters

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De toda la vida las madres de bien, o sea, todas, traen al mundo tiernos bebés. A lo más que se llega en halagos, gollerías y otros ensalces, es lo de: “Este niño o esta niña es un bombón”. Entre bombón y bomba hay un paso considerable de calibre, por eso me cuesta pensar que una madre sea la autora de semejante criatura. Me refiero a la bomba GBU43/B que, según los hombres del exterminio humano capitaneados por Donald Trump, la definen como la madre de todas las bombas. Esto en cuanto a la versión maternal.

Rusia, que está en celo de guerra, pues no ha tardado en declarar la versión paternal de este análogo artefacto y dice poseer al padre de todas las bombas. Uno se queda más tranquilo porque padre y madre tienen la custodia compartida de todo lo que la humanidad necesita para no quedarnos faltos de cariño. Y como el álbum familiar no puede quedar incompleto, pues China y Corea del Norte también se suman a la fiesta por aquello de tener por costumbre apuntarse a un bombardeo, y nunca mejor dicho.

Lo único que pido es que si padre y madre explotan, las consecuencias sean de una hora corta, más que nada para no pagar este año a Hacienda y que el señor Montoro se quede a dos velas. Uno anda hasta las bisagras de pagar impuestos. A mí me da que hay ganas de guerra y no lo digo por fastidiar, que conste que uno también tiene planes, pero es que los mandatarios que controlan las teclas de la estupidez humana parecen estar por encima de simples bravatas y nos ofrecen el peor de los augurios.

Ya sé que este cántaro ha ido muchas veces a la fuente, pero es que la guerra es lo que tiene, o se usan las armas existentes para fabricar otras nuevas, o la industria de lo bélico se queda obsoleta y no hace suficiente caja. Mala señal para la competencia si dejas que estos misiles de gama alta caduquen sin haberlos utilizado. No se lo tomen ustedes a comedia de enredo, hoy estamos rodeados de sofisticados sistemas de espionaje precoz y enseguida se conocen los puntos débiles del contrincante.

Antaño había emisarios que las pasaban canutas para llegar a su destino con alguna de estas conexiones secretas, hoy en día, basta que el señor Trump o el señor Putin pulsen la dichosa tecla para que Xian Pung Poing, ya saben, el presidente de Corea del Norte, se incorpore al juego por videoconferencia y entre todos nos manden al otro barrio.Mientras tanto es importante no dejar de vigilar al enemigo (?) Ah, claro, que no saben ustedes quien es el enemigo. Yo tampoco. Es una duda que me viene de lejos. Permitan que les cuente. En mis tiempos de mili cuando hice la primera guardia me vi dentro de una garita alejada del campamento porque así tuvo que ser. El oficial de guardia me dio el santo y seña de aquella noche, y me ordenó que estuviera bien despierto por si acaso venía el enemigo (sic). Les prometo que ya por aquél entonces existía el Seat 600, no vayan a creer que estoy retrocediendo a las guerras púnicas. Pues transcurridos los años y a día de hoy, todavía sigo igual. No porque aún permanezca en aquella garita esperando, ¡por Dios!, pero sí en cuanto a lo del enemigo, que de esto nada de nada, es decir, aún nadie nos presentó.

Por motivos de buena costumbre, una de las mejores, por cierto, cada jueves tengo la suerte de participar en una de esas reuniones a mantel puesto rodeado de ilustres miembros del liberal conservatorio de la vida misma. Allí debatimos sobre estrategias diversas. Uno de los expedientes que tenemos abierto trata precisamente de la guerra y miren ustedes por donde semana tras semana levantamos la sesión sin haberlo resuelto. Lo cierto es que éste es un recurso que siempre lo dejamos en temas pendientes de solución, y es que las guerras, además de aburridas, son un asco. Conmigo que no cuenten.