La Comunidad

Las sociedades humanas tienden a agruparse en un conjunto de individuos con intereses similares. Ayudarse unos a otros constituye la principal finalidad, al menos en el ideario básico. No obstante, comenzarán los argumentos del solitario, unitario, incluso más de un Robinson aparecerá. Sin embargo:

-Los grandes deportistas individuales, los mejores intérpretes musicales, los escritores de mayor éxito tienen un Equipo detrás en labores logísticas, médicas o simplemente para escuchar sus penas -en alegrías hay legiones-.

Los individuos nacemos en el seno de la familia: es un grupo. La edad aboca al comienzo en la etapa escolar. Dentro de la clase comenzará nuestra socialización: normas básicas de comportamiento, ayuda y alguna travesura forjarán al individuo.

Tras el paso de los años, la persona decide abandonar el nido familiar. Habitualmente coincide con la llegada de un empleo más o menos estable. El banco, aval incluso de la familia, son necesarios para la compra de una vivienda dentro de un edificio. Ese edificio está compuesto por un conjunto de vecinos: la Comunidad. Este ejemplo de convivencia en grupo viene a colación de la situación de este hermoso país llamado España, donde residimos un buen número de humanos.

Ser responsable de defender los intereses de tu familia en la Comunidad de Propietarios es todo un reto. Al menos cuando surgen los típicos problemas de averías, deterioro de la edificación o simplemente elegir el color idóneo de las paredes. Eternas discusiones, tremendos debates, suelen ser el pan nuestro de cada Comunidad. Pondré un ejemplo bastante gráfico:

Un edificio de cuatro plantas y bajo habitado, cuyo propietario tiene el uso y disfrute de una zona común del resto de vecinos. Se debe hacer una obra de rehabilitación de la edificación. Esas acciones dan trabajo a otros ciudadanos, si bien suelen parecer una eternidad y conllevan alguna molestia. Pocos entienden el refrán:

-Si quieres comer tortilla, tienes que romper unos huevos.

El vecino del bajo ha instalado un enlosado en la zona de su disfrute; plantó hace 30 años una hermosa higuera y cuida de una bonita parra. Ésta proporciona ricas uvas hacia el mes de septiembre, siempre y cuando los rigores meteorológicos respeten a las yemas en su floración. La acumulación de insectos es culpa del cambio climático. Los ardores de los bichitos ante la fruta madura simplifica la esencia de la vida animal y natural. Por tanto, la culpa suya no es.

-El patio será de todos, no hay duda. Pero no podéis pasar por mi casa para llegar a él, ni joderme los higos, la parra y el suelo... ¡ahí nos corre la Paquita a todos!

Es decir, acceder a la obra desde abajo está bastante chungo: todo el mundo come algo y Eufrasio era muy competente en las averías de las cañerías.

El vecino del último piso tiene una verdadera cruz por su situación. Ha de aguantar a los pájaros, el humo ascendente de las cocinas por el patio y, cada dos años, las puñeteras palomas bloquean los canalones; entonces se rompen e inundan su galería. Además, el operario de la antena acude dos veces al año para revisar la correcta orientación, mejorar la recepción de la señal y cuadrar algún canal nuevo en el mercado.

-El tejado es inasumible. Bastante gente pisa ya las tejas, como para permitir a los albañiles deambular libre por allí... esos me dejan una docena de goteras sí o sí.

Los argumentos son sólidos; las razones tienen su punto de comprensión. Pero, hete aquí, el problema se ha agrandado desde el planteamiento inicial: todo el mundo sabe la necesidad de las obras, pero nadie quiere ceder parte de su espacio para el bien común. Menos aún forzar vía judicial un conflicto entre vecinos.

Uno de los propietarios de los pisos intermedios comienza a vislumbrar la situación: el bajo se hace fuerte en el disfrute de la propiedad del resto; el último se apropia del tejado que protege al conjunto. Pero ¿y la puerta de la calle?

La edificación tiene una única entrada. Ésta permite el acceso a todos los propietarios a sus viviendas. Nadie se ha fijado en ella, excepto cuando hubo de cambiarse por otra en tonos dorados, ya que el portal de al lado había instalado una nueva con remates plateados. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Y se puso tipo barroca con muchos oros.

-Queridos vecinos, la puerta de la calle es mía. Y por ahí no pasa nadie a partir de mañana. -se produjo un silencio digno del interior de un sarcófago egipcio-. Si queremos preservar el edificio en pie, hemos de arrimar el hombro; cada uno desde su piso, propiedad, posibilidades y pensando en el bien común.

El eterno debate entre las Comunidades "histéricas" debería de tener un fin inmediato: permanecer unidos es mejor, más sano, con mayor avance y menor coste para el conjunto. ¿Se han fijado en otras regiones de España que invierten para potenciar su economía y no su disolución?

-Somos todos diferentes e iguales con los mismos derechos... y obligaciones.