Desde casi sus orígenes, al cine se le ha venido llamando el Séptimo Arte, por constituir la fusión de todas las demás artes, siendo algunos filmes la sublimación de las mismas. Pero la reflexión que Caixaforum Madrid presenta actualmente busca la confluencia del cine y de cómo con su nacimiento y consolidación, a principios del siglo XX, fue un nuevo lenguaje de expresión, y los artistas vieron en este medio una forma de transmitir los cambios de tendencias artísticas y de pensamiento que estaban a punto de suceder.

El paseo por el arte y el cine conduce al visitante a adentrarse en las iniciaciones del segundo, a como Étiene Jules Morey experimentaba con fotografías de corrientes de humo de los movimientos del aire, creando singulares formas en un momento que las vanguardias artísticas empezaban a florecer, aunque algunas estaban ya en pleno auge.

Los fotogramas de Eadweard Muybride de hombres y mujeres subiendo o andando, y en los que se aprecia la esbeltez de formas femeninas y la musculatura de las masculinas, se equilibran a la perfección con desnudos académicos de Mariano Fortuny, Blas Meiner o Juan Antonio Morlan .

El mar, y el crepitar de las olas se presentan tanto en el arte como en el cine en una armonía intrínseca, gracias a la obra de Claude Monet y Las rocas de Belle Île, la Costa Salvaje, y los fotogramas realizados por Auguste y Louis Lumière de Rochers de la Vierge (Biarritz).

Es importante destacar como el hecho del movimiento que implica el cine, es ampliamente representado por el futurismo artístico, ya que en sus formas expresivas se aprecia al espíritu dinámico de la técnica moderna. Formas sinuosas, vibrando en perfecto equilibrio, hipnóticas y sensuales que embriagan la mente y seducen la mirada como los rotorrelieves de Marcel Duchamp. Tiempos modernos, el film de Charles Chaplin, tiene su espacio en la muestra, así como el expresionismo alemán durante la república de Wiemar gracias al cartel de Die Büchse der Pandora (La caja de Pandora), o la misteriosa imagen de los fotogramas de Robert Wine para el filme El Gabinete del Dr. Caligari.

La muestra sigue un ritmo cronológico (empieza a finales del siglo XIX y termina a finales del XX), y en cada uno de los ámbitos se exhiben filmaciones y obras de arte creadas durante la época, no exentos estos ámbitos de curiosidades. Así por ejemplo, puede observarse un cráneo de carnero pintado por Harpo Marx, uno de los tres Hermanos Marx, pintado en óleo sobre lienzo en 1928, entre el surrealismo fílmico de Luis Buñuel y Le chien andalu, realizado unaño después.

No podía faltar Salvador Dalí y la realización de los subyugantes decorados del filme Recuerda de Alfred Hitchcock, entre el misterio y lo tenebroso, sin olvidar el terror, hoy muy “light” de Louis Feuille con su filme Les vampires de 1915, en el que el blanco y negro de los fotogramas permite destacar a la perfección la inocencia de la víctima con vaporoso vestido blanco, y la sinuosa voluptuosidad del vampiro, también mujer, vestida de negro, a los que acompañan los collage, copias en facsímil de las obras de Max Ernst para Una semana de bondad.

Pablo Ruíz Picasso también fue protagonista en el cine. Y nada menos que de la mano de Henri G. Clouzot. En la filmación se puede comprobar lo opaco del misterio de su genio, a pesar de su desinterés en un principio por el séptimo arte. El visitante pudo contemplar la ejecución de una de sus obras. Una película a cargo, como ya se ha citado, de Henri Georges Clouzot, conocido director de cine francés. Entre sus películas más famosas: Las diabólicas o El salario del miedo).

Los años 60 y 70 se caracterizan por una cartelería de filmes de la nouvelle vague francesa, con directores como François Truffaut, Eric Rohmer o Jean Luc Godart, una cartelería punzante, donde el pop art y el arte cinético se daban de la mano, gracias en buena parte a Guido Augusts que supo captar la esencia de nuevos tiempos revolucionarios en la sociedad, la economía y la política.

El recorrido finaliza con el agrupamiento de tres décadas (1980-2010), lo que no deja de resultar curioso ya que en las mismas, si bien hubo filmes destacables y nuevos planteamientos artísticos, en realidad todos ellos derivaban de las décadas anteriores. No ha existido novedad radical e imperiosa, pero si desarrollos proporcionados principalmente por la tecnología, tal como puede apreciarse por la obra de Ange Leccia La Mer (El Mar) del 2014. La exposición empieza y termina con el mar, el movimiento de las olas, primero a través de la simple filmación estática de los hermanos Luimière, y la segunda en la atractiva instalación de Leccia.

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