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El problema de la educación en España

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Mi vida entera, desde la infancia hasta ahora, ha sido la educación. En casa se hablaba de pocas cosas más que de ella. Yo soy profesor desde hace 40 años, y mis hermanos, cuñados, sobrinos, son profesores, de colegios, institutos, universidad.

En la universidad estamos deprimidos, horrorizados. Una minoría de buenos alumnos no compensa la baja calidad del conocimiento y las aptitudes de aprendizaje que tiene la gran mayoría.

En el momento que escribo estoy vigilando un examen de alumnos de primero de Ciencias Ambientales, con edades alrededor de 18 años. Por los ejercicios que están entregando, no conocen ni siquiera el principio de Arquímedes, que yo estudié a los 14 años y que es el abc de la simplicidad.

Hablo con mi familia, y me insisten en que en secundaria y bachillerato la exigencia es alta, al menos por parte de los profesores, no tanto por parte del Estado que fuerza a que los alumnos pasen de cursos aunque demuestren su ignorancia.

Muchos de los alumnos de primero de universidad no entienden los enunciados de los exámenes: No saben leer. Sus redacciones son penosas y con de faltas de ortografía: "curba" con "b" seis veces , "hayar la solución" con "y" y lo más corriente, "Vamos haber".

La riqueza de las empresas en el siglo XXI es el manejo de datos. Hoy, el acero, los trenes del siglo XIX, incluso los ordenadores son fuentes ya obsoletas de riqueza: hoy el valor está en lo intangible. En corrientes eléctricas en chips de silicio, en ondas electromagnéticas que enlazan ordenadores, tabletas y teléfonos con la "nube", que a su vez es intangible.

Las personas que entran hoy en la universidad van a tener que cambiar de trabajo, hasta de profesión, varias veces en sus vidas.

Tienen que tener, como en el Renacimiento, conocimientos globales, o más bien puesto que no se puede conocer todo, tienen que tener la capacidad para aprender constantemente cosas nuevas. En las escuelas antes de los 18 años, en las universidades, tienen que adquirir, no conocimientos, sino la capacidad de aplicar lo que saben, y métodos para incorporar a sus mentes conocimientos nuevos cada día de sus vidas.

Para ello, lo más importante es -querer- aprender, tener una inmensa curiosidad por todo lo que les rodea, por todo lo que llega a sus sentidos. Esta curiosidad no la vemos los profesores de la universidad, y no la ven los empresarios que necesitan personal para sus empresas. Da la impresión de que una mayoría de los estudiantes que llegan a nuestras aulas carecen de esa voluntad de aprender. Son los que serán substituidos por robots.

Lo más común entre una mayoría de alumnos es que esperan que los profesores y jefes en las empresas les digan "lo que tienen que hacer" para aprobar, para realizar el trabajo. Quieren un papel de autómatas, de robots programados, en vez un papel humano. Esperan que en los exámenes se les ponga a resolver el mismo problema que el profesor ha hecho en clase: Es el que se "han estudiado".

El fallo en la educación secundaria, en el bachillerato, y en algunas carreras universitarias es un fallo social, ante el cual los profesores pueden hacer muy poco.

En un sistema social cuasi-tribal los jóvenes se sienten obligados a integrarse en grupos en los que lo peor que puede pasar es destacar. En un sistema tribal, cada miembro del grupo tiene que ser igual a los demás, no puede, como Galileo, tener opiniones propias diferentes de las del entorno.

Si no puede destacar, de lo único que puede hablar es de lo mismo que hablan los demás, en el mismo lenguaje que los demás. Y la gran masa no puede innovar. La innovación, el descubrimiento, es algo privativo de cada individuo. Incluso hoy, cuando algo que se parece a la ciencia se hace en grandes equipos, los descubrimientos son, y no puede ser de otra manera, individuales. La ciencia y la ingeniería son como el arte: Una reflexión sobre la naturaleza y una parte de ella, los seres humanos. No se entiende un trabajo literario, una composición musical, un buen cuadro, realizado por un "equipo".

Si queremos reformar la educación y preparar a los jóvenes para los trabajos del siglo XXI, tenemos que desarrollar la individualidad, en colegios, institutos, y sobre todo en las familias y en los grupos de amigos: Estimular lo distinto, rebajar al máximo lo "común". 

Estamos en un sistema capitalista. Los estímulos tienen que ser monetarios. Se podrían premiar los aprobados con 500 euros, los notables con 2.000, los sobresalientes con 6.000 y las matrículas de honor con 12.000 euros.

El dinero, que revertiría a los contribuyentes en un plazo de no más de cinco años, vía el IVA de las compras que los estudiantes realizasen con esas cantidades, estaría mucho mejor empleado en el sentido de retorno a la inversión, que otros muchos gastos que hace el Estado y que no redundan en beneficio alguno para los ciudadanos.