(Crítica teatral a 'Sueños', producción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, programada en el Teatro de la Comedia, a partir de la obra original de Francisco de Quevedo, en versión de José Luis Collado, dirigida por Gerardo Vera, y protagonizada por Juan Echanove).





Un miembro del Gobierno del rey Felipe, llenándose los bolsillos con dinero público para construirse un palacete, un país saqueado por la corrupción de su élite dirigente, un relator de los hechos del momento en prisión… ¿suena contemporáneo, verdad?, pero lo que relato sucede sobre las tablas del escenario del Teatro de la Comedia, en recreación de las cuitas de la España del siglo XVII, a través de los ojos de Francisco de Quevedo, relator impenitente de las miserias de la época y de sus personajes, con su insuperable sarcasmo, brillante ironía y atinado cinismo.





El espectáculo utiliza los textos de los Sueños del genio nacido en la villa de la corte, para recrear lo que sucedía en España bajo los reinados de Felipe III y Felipe IV, con el influjo del conde duque de Olivares; pero el relato de los hechos encaja tan a la perfección con lo que ocurre bajo el reinado del VI Felipe y la burocrática administración del señor de Brey, Ley Mordaza mediante, que no hay que hacer el esfuerzo de viajar en el tiempo, ya que lo que se presenta a nuestros ojos es el hoy, diseccionado por la diestra mano de Quevedo hace más de trescientos años.





José Luis Collado realiza una adaptación del texto original que nos presenta a un Francisco de Quevedo excesivamente doliente y sufridor, despojándole de sus perfiles más satíricos y burlescos; es cierto que opta por enmarcar la trama del espectáculo en los últimos días del autor de rimas dedicadas a asuntos tan terrenales como las “gracias y desgracias del ojo del culo” o la parodia dirigida a Luis de Góngora en “érase un hombre a una nariz pegado”. Es una elección lícita pero que confronta con las expectativas de algunos espectadores al acercarse a una de las pocas representaciones de obras de quien hizo, precisamente, de esos perfiles su mayor seña de identidad.



Gerardo Vera realiza, como nos tiene acostumbrados, un buen trabajo de dirección, consiguiendo una gran fuerza visual, en una puesta en escena que parece calculada al mínimo detalle, con cada movimiento de los actores convertido en las partes de un puzzle en tres dimensiones; si bien, a mi entender, se abusa en exceso de las proyecciones, restando protagonismo, por momentos, a las palabras y gestos, de los actores sobre el escenario.



La parte más destacada del espectáculo recae en la interpretación de Juan Echanove, impecable en el papel del Quevedo que se nos muestra, que nos hubiera gustado poder disfrutar algo menos doliente y más centrado en la prosa y verso de los contenidos del maestro de la sátira y la ironía, pero cada cosa que se le pide la hace magníficamente, destacando el rictus que interpreta para recrear la muerte de su personaje, con un control gestual de cada músculo de su cara, realmente, impresionante.





El trabajo de Juan Echanove destaca sobre el resto del elenco, aunque no pasa desapercibido el impacto en el espectáculo de Marta Ribera, formidable interpretando a la muerte.



Por lo poco representado que está el trabajo de Francisco de Quevedo sobre las tablas de los escenarios teatrales españoles, no debe ser fácil, pero esta propuesta se queda algo por debajo de lo que esperaba de ella, donde destaca más el aspecto estético: puesta en escena, decorados, proyecciones, iluminación, vestuario, dirección en su conjunto, etc… por encima de la trama que se presenta ante nuestros ojos, algo alejada de los Sueños originales; pero desde luego es una gran oportunidad de disfrutar del trabajo interpretativo de un gran actor: Juan Echanove.

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