Dieciocho de enero de 2013: el presidente del Gobierno de España envía un sms a un presunto delincuente por blanqueo de capitales, falsedad documental, estafa procesal, cohecho y diez delitos fiscales, bajo el texto: “Luis, lo entiendo, sé fuerte. Mañana te llamaré. Un abrazo”.
El catorce de julio de ese mismo año, el periódico El Mundo abrió su portada con el titular de “Bárcenas guardaba silencio por el apoyo que le daba Rajoy”, con la imagen de los sms cruzados entre uno y otro.
Entre una y otra fecha se fue sabiendo que quien desempeñó el cargo de tesorero del Partido Popular, por nombramiento del emisor de esos sms, administró hasta 48 MM de euros en cuentas bancarias de Suiza, siendo una pieza clave en el entramado de la recaudación de fondos a los donantes de su partido, más allá de lo que prevé la Ley sobre financiación a los partidos políticos, y que gran parte de esos fondos se acogieron a la Amnistía Fiscal aprobada por el Gobierno formado por el presidente del PP, pagando unos 10 MM euros a través de la sociedad Tesedul, administrada por un testaferro de Bárcenas, gestión hecha en una oficina de Bankia, ya presidida por Goirigolzarri.
Después de todo aquello hubo discos duros destruidos en la sede popular de c/ Génova, amenazas, nunca cumplidas, de “tirar de la manta” por parte de Bárcenas …y disputas sobre “finiquitos”, pero Luis, lo más parecido a un contable que llegó a estar premiado con un acta de senador, parece hoy, en 2017, más tranquilo que nunca, aunque en los conocidos como “sus papeles” aparezca el nombre del presidente de Gobierno actual, como destinatario de sobresueldos en “B”, o quizás, precisamente, por ello.
Mariano Rajoy y Brey se subió al coche oficial en 1982, con 27 años, al ser nombrado director general de RR.II. de la Junta de Galicia, habiendo conservado dicho privilegio hasta hoy mismo, treinta y cinco años después, en los cuales ha recibido las designaciones para ser, sucesivamente, concejal del ayuntamiento de Pontevedra, presidente de la Diputación de esa misma provincia, vicepresidente de la Xunta, diputado en el Congreso desde 1986, cinco veces ministro (Administraciones Públicas, Educación, Presidencia, Interior y, de nuevo, Presidencia, además de portavoz del Gobierno) y vicepresidente con Aznar.
Pero además de sus cargos políticos en las administraciones públicas del Estado, accedió al poder orgánico de Partido Popular desde el mismo momento de su transformación en tal, desde Alianza Popular, en 1989, siendo designado miembro de su Comité Ejecutivo Nacional. Para en 1990 ser designado vicesecretario general del PP y miembro de su Ejecutiva Nacional, donde se ha mantenido hasta hoy, habiendo desempeñado los cargos de secretario general y presidente.
Nada de lo que haya ocurrido en el Partido Popular (PP), o alrededor de él, le puede ser desconocido a Mariano Rajoy, que lleva veintisiete años ininterrumpidos formando parte del núcleo duro de su más alta dirección.
Si el presidente de una organización, o empresa, es el máximo responsable de sus éxitos; si suele cobrar, incluso, bonus, o retribuciones variables, por el supuesto “valor añadido” que sus decisiones implementan en los resultados de una empresa, si se le inviste de un poder absoluto en el nombramiento de sus colaboradores más cercanos, como cargos de confianza, ¿por qué se pretende que Mariano Rajoy, después de casi treinta años de ser miembro de la dirección del Partido Popular, ocupando los más altos niveles, no es responsable de la corrupción en esa organización? Más allá de los “casos aislados” de Ana Mato, Rita Barberá, Jaume Matas, Francisco Granados, Ignacio González, Rodrigo Rato, Miguel Blesa, Alberto López Viejo, Bárcenas, Rafael Blasco, Jesús Sepúlveda, Pablo Crespo, Milagrosa Martínez, José Luis Olivas, José Joaquín Ripoll, Ángel Acebes, Ángel Sanchís, Carlos Fabra, Ricardo Costa, Francisco Camps…y así hasta más de trescientas personas diferentes. ¿Son la excepción o, justamente, la excepción a la norma es el comportamiento que no han tenido formando parte de esa organización? ¡Blanca y en botella!, así suele servirse la “leche”, y ésta reúne ambas características.
En estos días circula por los mentideros políticos el rumor, dado nivel de noticia en varias publicaciones de prensa, de que existe una cinta de video por la que alguien pagó mucho dinero, quizás rememorando la célebre frase de la ficción cinematográfica de: "Te haré una oferta que no podrás rechazar”; por existir en ella un chantaje sobre un hecho que pondría negro sobre blanco lo que el sentido común de los españoles tiene ya descontado hace bastante tiempo.
¿Se imaginan que los hechos incluidos en este pequeño relato se dieran en la realidad política del Reino Unido de Gran Bretaña o en Estados Unidos, a pesar de Donald Trump? Es evidente que el protagonista no seguiría en sus responsabilidades, ni nosotros haciéndonos la pregunta del encabezamiento, claro que el contable, en ese caso, estaría más nervioso.