Europa vuela libre, y vuela sola. Oficialmente las grandes alianzas internacionales con EE.UU. e Inglaterra se rompen, las unas por el sorprendente giro hacia el populismo de Trump y los otros por una expresión democrática prueba de un ego exacerbado de una sociedad que se cree mucho más de lo que es.
Los europeos sufrimos un menosprecio directamente proporcional a la dependencia económica y social que hemos consolidado desde el plan Marshall hasta nuestros días. Ahora estamos solos y desorientados. Muchos países de esta Unión Europea plantea la conveniencia de seguir renunciando a cuotas de soberanía por permanecer en una asociación internacional que se encuentra en manifiesta inferioridad a las grandes potencias mundiales.
EE.UU. y su histriónico presidente se caen del Acuerdo contra el cambio climático de París, dejado así al planeta a expensas de lo que decidan contaminar las grandes potencias asiáticas y occidentales. Tenemos todos los ingredientes precisos para destruir el planeta y parece que estamos decididos a hacerlo lo antes posible.
Injusto es dar al hombre la capacidad de gestionar el mundo, quizás sea la especie que menos lo merece. “La tierra proporciona lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada hombre, pero no la codicia de cada uno”, como dijo Gandhi.