Es habitual que cuando se estrena una película continuadora de una exitosa franquicia, como es en este caso la de Alien, la mayoría de críticos acaban hablando de asuntos al respecto de si era necesario continuar con una saga como esta, si la finalidad de hacerla no es más que la de hacer dinero (como si el resto de las películas no aspiraran a eso) y por último, la propia legitimidad para hacerlo de quien se embarca en un proyecto como este.

La cuestión la trataré tangencialmente, puesto que a diferencia de otros, tengo la peculiar opinión de que el centro de una crítica debe ser valorar al propio film en sí. En este sentido diré tres cosas. En primer lugar no tengo claro la necesidad o no de seguir ciertas sagas de películas, pero lo que sí me atrevo a decir, es que el fondo argumental de la saga de Alien es atractivo, y puede desarrollarse en muchos planos. En segundo lugar, entiendo que intentar ganar dinero es lícito, pero en el caso de Ridley Scott, a sus casi 80 años, y una carrera más que hecha, no creo que esta ambición supere a la de sus colegas. Por último, sobre el derecho de uso de la marca Alien, el único que la tendría sin discusión es Scott, él la creó, hizo un obra maestra en 1979 que fue el inicio de la saga, y si alguien quiere continuar profundizando en la materia, posiblemente él mejor que nadie.

Hasta aquí lo tangencial, a partir de ahora lo relevante, ¿es una buena película?, pues hombre, si la comparamos con las dos primeras Alien el octavo pasajero y Aliens el regreso, para mi las mejores, no les llega a la altura de la cintura, pero si la comparamos con cualquier otro estreno de los que tenemos en cartel, creo que está claramente por encima de la media.

La ciencia ficción llevada al cine, en su dimensión más madura, ofrece unos ámbitos basados en un par de conceptos de gran interés y altas connotaciones filosóficas. Por un lado está Arthur C.Clarke, y especialmente su relato El centinela que es la semilla sobre la que Kubrick realiza ese mito fundacional que es 2001 Una odisea en el espacio. Aquí los humanos contactamos con una forma de vida que se entiende más sofisticada, y lo hacemos porque en cierta medida parece que hemos llegado a un punto en el que podemos estar preparados para avanzar a otra dimensión del conocimiento. Por otro lado, y aunque no está revelado en el relato de Clarke, Kubrick también desarrolla al mismo tiempo ese concepto en el que los robots adquieren una especie de libre albedrío, se hacen conscientes de su existencia, y son capaces de tener un criterio propio aunque aparentemente no hayan sido programados para ello, y hacer enfrentarles a sus propios creadores, lo cual cierra el círculo del nivel de evolución al que la humanidad ha llegado, como creadores de vida consciente.

A partir de ahí, todas las películas de ciencia ficción que han pretendido ir más allá del mero blockbuster de entretenimiento, han pivotado sobre estos conceptos, y la que más se acercó a transcender tras 2001, fue sin lugar a dudas Blade Runner de nuestro amigo Ridley, que ya antes hizo Alien, película planteada más sobre estándares del terror clásico, pero a la que ahora, después de muchos años, pretende añadir elementos como los anteriormente citados, buscando una mayor trascendencia, cierto mensaje y alguna que otra disyuntiva de tipo moral, pero eso sí, buscando un gran público y no renegando de la comercialidad los efectismos y sustos, señas de identidad desde el principio.

Reconoces estos intentos, ves buenas intenciones, pero realmente lo que funciona es por lo que el film tiene de elementos de artificio y momentos de acción. Es respetuoso con los elementos clásicos de la saga, mantiene entretenido al espectador, estéticamente no está mal, hay buenos giros argumentales, pero apasionar, realmente no apasiona, como con Prometheus, se me olvidarán los detalles de la historia dentro de un par de semanas, y salvo Fassbender, también olvidaré a todos los personajes, que en esta entrega me parecen muy flojos e inanes, especialmente su protagonista femenina.

En cualquier caso, se trata de una película, que aunque lejos de apasionar, tampoco provoca bostezos ni muchas miradas de reloj en sus más de dos horas de metraje, tiene cierto ritmo, algún alarde estético interesante, está Michael Fassbender, lo cual ya de por si enriquece cualquier película, y tiene algún que otro buen momento de tensión e incertidumbres argumentales resueltas con brillantez.

Correcta, pasas el rato, bien hecha, te retrotrae a un universo de ficción con el que gocé cuando era muy joven, y poco más. Pasaremos página, y la recordaremos como una de entre la multitud de películas de Ridley Scott que pasan sin pena ni gloria, a la espera de que le dé tiempo y recupere la inspiración necesaria para volver a hacer una gran película, cosa que no hace desde tiempos de la para mi infravalorada El reino de los cielos, y ya hace 12 años de eso. Seguimos esperándote Ridley.

NOTA 6/10

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