Debemos comenzar diciendo que es todo un motivo de satisfacción la celebración de primarias, en este caso en el seno del socialismo valenciano, tras el proceso que llevó a la secretaria general del PSOE a Pedro Sánchez. El Partido Socialista es sin duda de largo el partido de todos los existentes en España con mayor democracia interna y lo demuestra periódicamente con estos procesos. Fue todo un acierto la introducción en los Estatutos de la obligatoriedad de este mecanismo en época de Rubalcaba, ratificando como necesario lo que muchos años atrás se había probado con Josep Borrell y Joaquín Almunia.
Ahora bien, tenemos que decir que la implantación de la elección de secretario generales o candidatos bajo la fórmula de un “militante, un voto” defendida con ahínco en el Congreso de Sevilla por la recordada compañera Carmen Chacón, no será suficiente para la necesaria tarea de recomposición, renovación y remontada electoral del PSOE. No sólo la participación, sino el protagonismo del militante, convertido en auténtico activista electoral hará de este partido, y de su federación valenciana, un partido verdaderamente dinámico. No hay más que fijarse en el reciente éxito electoral de Jeremy Corbyn en Gran Bretaña, reelegido en dos ocasiones por la militancia, como ha sucedido con Sánchez. El necesario giro a la izquierda del laborismo tras más de una década de socioliberalismo y sobre todo la fórmula basada en la reconexión con las bases y la recuperación del voto joven y urbano han llevado a la recuperación porcentual de más de veinte puntos del socialismo británico.
La participación pues, como punto de partida de la recuperación electoral. El militante del siglo XXI es más un activista que un actor de cartón piedra, habida cuenta de los medios, redes sociales y otros instrumentos de información y comunicación que muchos de ellos, sobre todo los jóvenes en su totalidad utilizan como instrumento casi cotidiano. Si trasladamos este análisis a la esfera del socialismo valenciano, una federación, no un partido diferente al PSOE, tendremos que reconocer el carácter pionero en la implantación del mecanismo de primarias, pero al mismo tiempo el poco aprovechamiento de los mismos.
Por ejemplo, ¿dónde están los casi 60000 simpatizantes que participaron en las primarias abiertas que confirmaron a Ximo Puig como candidato a la Generalitat en 2014? El hecho de que se haya perdido el contacto con ellos demuestra lo obsoleto del aparato frente a la necesaria modernización que requiere el proceso. Y sobre los militantes, no van a seguir estando para pegar carteles y pagar cuotas. Ya ni siquiera es necesario eso, si no hay nada atractivo que les haga acudir a las Casa del Pueblo se quedarán en casa radiando sus opiniones desde Twitter.
Por último, se ha insistido mucho desde el entorno de la candidatura de Ximo Puig en la inconveniencia de la separación institución partido. En mi opinión, es todo lo contrario, hablamos de una oportunidad para evitar la concentración de poderes en una misma persona. Uno de los pocos riesgos de las primarias, reconocido recuerdo por el mismo Ximo Puig en el Congreso celebrado en la ciudad de Alicante hace unos años: el cesarismo. Cuando se concentra partido e institución en una misma persona se corre riesgo de que esta tome decisiones sin rendición de cuentas ante sus órganos (Comité o Ejecutiva) arrastrando con ello a todo el partido en una posible mala disposición. Es precisamente lo que le ocurrió a Ximo Puig con su implicación, sin prácticamente ninguna aclaración a los suyos, en las dimisiones de octubre de 2016, un error que se traslada al president de la Generalitat, que es el mismo. Por eso se hace tan importante la separación de estas dos figuras. Por eso la candidatura de Rafa García para tomar las riendas de un partido renovado y más participativo ha de ser contemplada como una oportunidad para el PSPV.