Habíamos visto en un artículo anterior (Filosofía de la Frontera) que debíamos abandonar la idea habitual de ver la frontera como una mera línea que se puede borrar fácilmente, para verla, siguiendo al filósofo Eugenio Trías, como un auténtico territorio en el que se hacen patentes, no solo conflictos o choques culturales, sino también intercambios y trueques varios. Trías pensaba en las fronteras (limes) del antiguo Imperio Romano.

Hoy podemos aplicar esa visión a las fronteras de Occidente, que debido a la facilidad de los viajes y a la limitación en el uso de la fuerza, son mucho más permeables, con lo que los territorios del limes romano se trasladan al corazón de la propia metrópolis, en los barrios de inmigrantes multiculturales de las grandes ciudades. En ellos se da hoy esa compleja dialéctica de “cercos recíprocos”, señalada por Trías, entre aquellos inmigrantes que se quieren integrar y los que no, entre los occidentales que ven beneficioso el intercambio con otras formas culturales y los que lo rechazan.

No obstante, la forma de pensar estas cuestiones era en el filósofo barcelonés muy intuitiva o platónica, pues utilizaba figuras o metáforas muy brillantes que ayudan a ver el fenómeno de una forma nueva. Pero a la hora de analizarlo con rigor lógico-histórico se necesita algo más. Se necesita un conocimiento histórico y antropológico bien preciso y actual. Aquí es donde se puede recurrir a la teoría antropológica evolucionista de Darwin, el cual propone, en su obra El origen del hombre, la aparición de una mano exenta, tras la bipedestación, como el órgano evolutivo originario de la inteligencia propiamente humana. Pero la mano, vista según la filosofía del Límite de Trías, sería entonces, como extremidad operatoria, un órgano situado en la frontera del cuerpo con el medio entorno, cuyas otras dos partes, el tronco y la cabeza deben ser vistas ahora como alojando preferentemente sistemas terminales o basales (corazón, estómago) y sistemas relacionales (vista, oído, corteza cerebral).

Tenemos así una nueva concepción del hombre muy diferente de la tradicional concepción platónica del alma humana, según la cual ésta estaba dotada de tres partes: la irascible, cuya virtud es la valentía, la concupiscible, cuya virtud es la templanza; y la racional cuya virtud es la sabiduría. De ahí deriva Platón sus conocidos tres componentes del Estado Ideal: los artesanos, cuya virtud es la templanza, los guerreros (el valor) y los gobernantes (la sabiduría). La nueva concepción del Estado, que corresponde, de forma homologa, a la concepción operacional evolutiva del hombre que proponemos, -en tanto que la estructura básica de la actividad humana es establecer relaciones operando sobre términos objetuales-, sería que el Estado tiene tres dimensiones o capas: terminal-objetual (su corazón o base económica), la capa relacional (su superestructura ideológico-política) y la capa operacional por la que se relaciona con otros Estados (la capa fronteriza, que incluye las fuerzas defensivas y el aparato diplomático).

Con ello conectamos con el Modelo Canónico de Estado de Gustavo Bueno, el otro filósofo español del que hablábamos en el artículo Nacionalismo contra Globalización. Bueno distingue tres capas en el Estado: la capa Basal, que tiene que ver con la base económica, la capa Conjuntiva, relacionada con la Superestructura política, y la capa Cortical, que tiene que ver con las fronteras del Estado. Lo interesante de su teoría es que le lleva a otorgar un papel central al establecimiento de esta especie de “corteza” del Estado que son las fronteras. Pues a diferencia de la Teoría del Pacto Social como origen del Estado, propia de Hobbes y Locke, o de la Teoría de la lucha de Clases de Marx o Rousseau, para quienes el Estado surge para la defensa de la clase explotadora dominante, la posición de Bueno sitúa el origen del Estado en la fijación de las fronteras por la apropiación, p. ej., de un territorio de caza por unas tribus frente a otras.

El Estado, como una célula biológica, se constituye por el cierre de un espacio interior frente al exterior, con la aparición de una corteza o una piel que lo separa e individualiza frente a las tribus salvajes o a otros Estados que surjan del mismo modo. Y así como en relación con la capa político-jurídica ha sido bien establecido su funcionamiento operativo con la división de los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) de Montesquieu, y la capa económico-basal ha conseguido sortear las crisis económicas desde la famosa de 1929 conjugando prudencialmente desde el keynesianismo la mezcla de libre mercado e intervención económica estatal, sin embargo la capa cortical o fronteriza esta todavía sujeta a la contraposición excluyente entre nacionalismo y globalización sin vislumbrarse una posible solución conjugada. Necesitamos, pues, de esta nueva filosofía española.

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